Hoy, 3 de marzo, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. Santos MARINO, soldado, y ASTERIO, senador, ambos mártires. En Cesarea de Palestina. El primero, delatado por su condición de cristiano por un compañero envidioso, profesó su fe ante el juez con palabras muy claras. Fue decapitado. El segundo honró el cuerpo del anterior por lo que también fue ajusticiado. (260).
  2. Santos EMETERIO y CELEDONIO, soldados y mártires. En Calahorra. Durante la milicia en los campamentos de León confesaron a Cristo, por lo que fueron presos y trasladados a Calahorra donde padecieron martirio. (s. IV).
  3. Santos CLEÓNICO y EUTROPIO, mártires. En el Ponto, Turquía. Bajo el imperio de Maximiano. (s. IV).
  4. San TICINO, obispo. En Venecia. (526).
  5. San WINWALEO, abad. En Bretaña. Fue discípulo de San Budoco en la Isla de Lavret, y con su vida ilustró la regla monástica. Abad de Lanvedenec. (533).
  6. Santa ARTELAIDES, virgen. En Benevento. (570).
  7. San ANSELMO, fundador y abad. En Emilia-Romaña, Italia. Primer abad de Nonantola, promoviendo durante cincuenta años la disciplina monástica, tanto con sus normas como con sus virtudes. (803).
  8. Santa CUNEGUNDA, emperatriz y monja. En Hesse, Alemania. Aportó muchos beneficios a la Iglesia junto con su esposo, el Emperador San Enrique. Tras la muerte de éste abrazó la vida cenobítica en el monasterio al que se había retirado. (1033).
  9. Beato FEDERICO, presbítero. En Frisia, Holanda. Primero fue párroco en Hallum y después llegó a ser abad del Monasterio de Mariengaarde, de la Orden Premostratense. (1175).
  10. Beato PEDRO GEREMIA, presbítero. En Sicilia. Dominico. Confirmado en el ministerio de la predicación por San Vicente Ferrer, se entregó por entero a la salvación de las almas. (1452).
  11. Beato JACOBINO de´ CANEPACCI, religioso. En Piamonte. Carmelita. Preclaro por su
  12. Beatos LIBERATO WEISS, SAMUEL MARZORATI y MIGUEL PÍO FASOLI de ZERBO, presbíteros y mártires. En Gondar, Etiopía. Franciscanos. Murieron lapidados por su fe. (1716).
  13. Santa TERESA EUSTOQUIO VERZERI, virgen y fundadora. En Brescia. Del Instituto de Hijas del Sacratísimo Corazón de Jesús. (1852).
  14. Beato INOCENCIO de BERZO SCALVINONI, presbítero. En Bérgamo. Capuchino. Brilló por su eximia caridad difundiendo la Palabra de Dios y escuchando confesiones. (1890).
  15. Santa CATALINA DREXEL, virgen. Filadelia, Estados Unidos. Fundó la Congregación de Hermanas del Santísimo Sacramento y utilizó con largueza y de buen grado los bienes de su herencia en educar y ayudar a indios y negros. (1955).

Hoy recordamos especialmente al Beato INOCENCIO de BERZO SCALINONI

Inocencio, hijo de Pedro Scalvinoni y Francisca Poli, nació el 19 de marzo de 1844 en Niardo de Valcamonica (Brescia), en el bautismo se le llamó Juan. Perdió pronto a su padre. Entró al Seminario y se ordenó sacerdote el 2 de junio de 1867. Coadjutor parroquial, se distinguió por su desprendimiento de las cosas, por la asiduidad en el confesionario y su caridad para con los pobres, la asistencia a los enfermos y la predicación humilde.

Nombrado por su obispo Vicerrector del Seminario, un año después fue nuevamente destinado al trabajo pastoral parroquial en Berzo, donde desarrolló una intensa actividad apostólica, a base de oración, buen ejemplo y una predicación sencilla y paternal, acompañamiento individual a las personas para conducirlas a Dios. Pero el Señor lo llamaba a una vida más austera. Después de una mayor preparación espiritual, superadas no pocas dificultades, pidió ser admitido entre los Hermanos Menores Capuchinos, donde ingresó en 1874, con el nombre de Fray Inocencio.

Fue a Albino, luego al convento de la Santísima Anunciata, como vice-maestro de novicios; en 1880 fue asignado a la redacción de los Anales franciscanos en Milán. Después fue a Crema, llevando a todas partes la irradiación de su santidad. Nuevamente destinado al convento de la Santísima Anunciata, donde encontró lo que su espíritu anhelaba: ser santo a toda costa. En el solitario convento tenía modo de sumergirse en aquella unión con Dios que era acorde con su temperamento, secundar su intensa ansia de sacrificio, de penitencia y de ocultamiento. Su ideal era anularse y hacerse olvidar, el ejercicio de prolongadas horas de oración y de contemplación, el desempeño de los humildes oficios del ministerio sacerdotal y de aquellos todavía más humildes de la vida conventual, como la petición de limosna de casa en casa, con la predicación del buen ejemplo y de una buena palabra. La belleza de su alma se transparentaba a través de estas manifestaciones. Predicó cursos de ejercicios espirituales a sus cohermanos, en los cuales derramó la abundancia de su espíritu seráfico. En este ministerio de la predicación de ejercicios espirituales debió imponerse violencia, pues no se consideraba capaz de nada.

Murió a los cuarenta y seis años el 3 de marzo de 1890, en la enfermería del convento de Bérgamo. El Señor llamó a sí al siervo bueno y fiel, que había vivido en la humildad y en la pobreza.