MEDITACIÓN VIERNES I CUARESMA (Ez 18, 21-28; Mt 5, 20-26)

by AdminObra

Texto clásico el del profeta Ezequiel que escucharemos en la Misa de este viernes I de Cuaresma. E importante, pues nos habla de la responsabilidad personal.

Texto que nos advierte que no se admite culpar a los demás por nuestros pecados. Texto que deja las cosas bien claras. ¿Culpar a Dios de injusto en su proceder? Ezequiel pone en boca de Dios su respuesta ante esos desaires y recuerda que la culpa, en todo caso y en cualquier caso, es sólo nuestra. Sólo. De nadie más.

En ese sentido es un texto exigente, mas tendríamos que agradecérselo. Sabiendo que somos seres sociales y políticos, y que todo nos afecta, reconociendo que cargamos con el pesado lastre de la herida que deja el Pecado Original, se nos está diciendo, asimismo, que somos muy valiosos y que tenemos una enorme capacidad para saber distinguir y saber escoger. Siempre iluminados y fortalecidos por la Gracia Divina que viene en nuestro auxilio.

Dios lo deja claro, somos nosotros los que hemos de cambiar. El no. Ni lo va a hacer. El nos dará todo lo necesario para nuestro cambio.

Dios es claro. Si nos convertimos de nuestra mala vida (y hay que convertirse), viviremos. Dios no quiere la muerte del pecador, pero si nos llega es por causa nuestra. No del Cielo.

Si llevamos una vida santa, pero cometemos una iniquidad grave no se tendrán en cuenta los méritos pasados. Hasta ahí llega el peso de nuestras decisiones retorcidas, hasta el punto de anular una vida de hijos en obediencia. Hay decisiones que matan el alma.

Pero si cambiamos de vida, el Señor no se dejará ganar en generosidad y nos concederá de lo que El mismo es y posee.

Somos nosotros los injustos; somos nosotros los que tenemos que cambiar, y mucho; somos nosotros los equivocados, pues pecamos, y eso es equivocarse. Dios no nos tiene culpa alguna. Ninguna. Hay atenuantes, como dejamos entrever arriba, incluso absolutos, pero son situaciones especiales. En la mayoría de los casos, la responsabilidad es nuestra.

Jesús también nos pide afinar al máximo. La exigencia divina existe. Dios es exigente. Hay un tiempo para “ponernos a bien con Dios, con los demás”. No hay que dejarlo pasar. Dios es el primero que nos facilitará las reconciliaciones necesarias. A lo largo de la vida vamos dejando un reguero de entuertos que pocas veces se solucionan. Carga demasiada pesada.

Afinemos en esta Cuaresma, y seamos responsables ahora para serlo después en la hora de nuestra muerte; responsable es el que da la respuesta… acertada.