Historia

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Historia de la Parroquia de Santiago de Cangas e Islas Cíes

La evolución religiosa de la Parroquia de Cangas, desde el punto de vista histórico, está estrechamente relacionada con la de Santa María de Darbo.

Preliminares al nacimiento de la Parroquia

Durante la Alta Edad Media, la villa de Cangas no disponía de un lugar concreto para las celebraciones litúrgicas y los fieles debían trasladarse a Darbo para asistir a los oficios divinos.

Después de una serie de protestas, por cobros de diezmos, de los vecinos de Cangas y Darbo, que sólo aceptaron el pago del diezmo de derecho divino, se llegó a un acuerdo verbum ad verbum, gracias a Don Alonso de Fonseca, clérigo sin “cura” de Darbo, intentado, con ello, evitar más pleitos.

En otro aspecto, durante los años finales del S. XV, la villa de Cangas florecía en la pesca y el comercio del congrio, la sardina, el pulpo, así como otras ramas de la industria.

La afluencia de mercaderes era notoria. Y aumentaron los escribanos, hecho significativo dado la poca población que todavía había.

Nacimiento e historia de la Parroquia

El párroco de Santa María de Darbo, que entonces era Don Andrés de Ortega y Cerezo, toma medidas para que los parroquianos y nuevos moradores llegados en aquellas fechas tuviesen su propio culto. El aumento de la población había sido considerable y Don Andrés se vio desbordado para atender espiritualmente a los feligreses. La solución la hallará en la erección de una nueva parroquia en Cangas.

Para ello la dotó de un territorio propio que estuviese bajo su jurisdicción espiritual, todavía dentro de la Parroquia de Darbo.

La construcción de la nueva iglesia parroquial se inició a finales de 1495.

Con este nuevo templo, los parroquianos de Cangas ya no tendrían que desplazarse a Darbo pues desde ese momento se alternarían las celebraciones litúrgicas en ambas parroquias.

Sin embargo, el constante aumento de la villa Cangas, gracias a la abundante pesca y a la comercialización de la misma, y de feligreses que atender espiritualmente, más de ochocientas almas, llevó a que la iglesia parroquial de Cangas se erigiese en iglesia colegial en 1542, llegando a ser atendida por un prior y seis racioneros, un colegio, con autoridad ordinaria, aprobada y confirmada por un “Breve” pontificio en 1546.

Con la elevación al rango de “colegiata”, la parroquial de Darbo pasó a ser anejo de Cangas.

Desde un comienzo, en atención a las más de “ochocientas almas a las que administrar” se intentó crear una colegial y hacer un colegio, con prior y seis racioneros, que cantasen las horas canónicas, celebrasen misas y el oficio divino y administrasen los sacramentos, después de la supresión, por parte del párroco Don Andrés de Ortega y Cerezo, de la parroquial. Todo este proyecto, así mismo, sería comunicado al Papa y al Monasterio de San Juan de Poio (padrón verdadero del beneficio de la iglesia de Cangas) para que diesen su consentimiento.

Después de la renuncia de Don Andrés, y del asentimiento de los monjes de Poio, se crea y se erige la colegial, y el colegio. Y la iglesia de Darbo, definitivamente, pasó a ser anejo para que fuese mejor servida en el culto divino.

El primer prior fue Gregorio Soliño, junto con los siguientes racioneros: Rui Fernández de Bon, Fernando de Refojos, Joan Rodríguez, Alonso Fandiño, Joan Garcia Gutierrez y Joan de Mandayo.

La “patente” se da, junto con las letras de elección y fundación, el 17 de julio de 1542.

A la muerte de D Andrés, habiéndose reducido su congrua o renta para el beneficio para el prior y el colegio, se corrió el peligro de la continuidad de la iglesia como Colegiata. Sin embargo, gracias al celo pastoral del prior, la capacidad de trabajo de los racioneros y la recia fe de los feligreses, la Colegiata siguió existiendo.

Los peores momentos llegarían con el ataque pirata turco de 1617. Este hecho menguó las fuerzas de los cangueses, tanto en lo espiritual como en lo defensivo y en lo comercial ante las constantes incursiones de los piratas en las ría. La pesca disminuirá a raíz de esas incursiones y repercutirá en el beneficio de la Colegiata llegando a un estado de extrema necesidad y penuria. También a esta situación de desolación contribuirá la presión de la Compañía de Jesús para seguir recibiendo parte del beneficio, que se enviaba al Colegio de Salamanca, que allí tenía la Orden. La Compañía se había hecho beneficiaria de una parte de la congrua a instancias del Papa Pío IV en 1560.

La pérdida de la titularidad de Colegiata

El lamentable estado en el que se queda hace pensar al Arzobispo Rajoy en la extinción del colegio a mediados del siglo XVIII. Pero la expulsión de la Compañía en 1767 hará que desaparezca uno de los mayores obstáculos para la supervivencia de la Colegiata.

Se pedirá al rey Carlos III, por parte del Cabildo que se ayude a las parroquias más pobres con los bienes de aquéllos. Pero nunca obtuvieron respuesta, ni contestación favorable. Tampoco la obtendrán de los obispos. Ni de Fernando VII, en sus muchas y repetidas demandas. Así hasta que aquél permita el regreso de los jesuitas a España, que junto a la situación de la nación después de la Guerra de la Independencia, sumirá a la Colegiata y a su cabildo, o lo que quedaba de él, en la indigencia.

Ya en el reinado de Isabel II, con el Concordato de 1851, durante el pontificado de Pío IX, los racioneros perderán el derecho a tener su colegiata. Se estableció, en el artículo 21 de aquel Concordato, la reducción a iglesias parroquiales de las colegiatas, que habrían de tener el número de sacerdotes necesario para el servicio parroquial y para el decoro del templo. Así, el Arzobispo Don José Martín de Herrera, obligado por la Santa Sede y por el Ministerio de Gracia y Justicia, mandará arreglar todas las iglesias de la Archidiócesis compostelana.

La iglesia de Cangas pasó a ser parroquial, con un párroco y dos coadjutores. Su primer párroco fue Don José Martínez Rodríguez, último racionero, e hijo de la villa. Seguía como anejo Santa María de Darbo.

Años después, el Arzobispado de Santiago anuncia la vacancia de algunos curatos. Entre ellos estaba Santiago de Cangas y Santa María de Darbo, que de anejo de Cangas volvió a ser parroquia. Esto ocurría en 1909. El nuevo párroco de Cangas sería Don Valentín Losada Vázquez y el de Santa María de Darbo Don Francisco Lariño Lojo. Desde entonces, ambas feligresías son parroquias independientes.