TREINTA Y UN DÍAS DE MAYO – 8

by AdminObra

“La primera y más perfecta discípula”

El discípulo es aquel que pertenece a la “familia de Dios”; aquel que vive en conformidad con la manera de vivir de Jesús. Ésa es la vocación primera de un cristiano: seguir a Jesús.

San Agustín, en uno de sus sermones, no duda a la hora de ensalzar a María como discípula de su Hijo.

¿Qué comporta el seguimiento de Cristo? Ante todo, escuchar su palabra, con un corazón bueno y generoso, conservarla y dar fruto mediante la perseverancia. Exige seguir las huellas del Señor, cargando con el yugo suave de la propia cruz. Pide llegar hasta el Calvario, sin escandalizarse de la Cruz del Salvador.

María, la primera y más perfecta discípula de Jesús, la Palabra Encarnada, buscó siempre y en todo la voluntad de Dios y supo cumplirla fielmente. Se hace así merecedora de la bienaventuranza divina y se convierte en ejemplo para cada uno de nosotros. Que en el camino del discipulado podamos decir, con el salmista “La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos” (Sal 18).