Magnífico libro del autor estadounidense Scott Hahn, del cual ya valoramos alguna obra.
Libro editado por Rialp en el año 2019.
Libro de este escriturista que no es fácil tematizar. Teniendo presente sus profundos conocimientos bíblicos, gracias a los cuales nos habla del matrimonio, de la familia, y de algunas aportaciones litúrgicas y sacramentarias, aborda un tema propio de la Doctrina Social de la Iglesia, acompañado con su personal reflexión, para hacernos ver que la rebelión contra Dios y su proyecto de felicidad para el hombre, en el que juega un papel radical y necesario la familia, ha afectado a la sociedad occidental, caracterizada como secularista y liberal.
Sólo volviendo a Jesucristo, y Jesucristo Rey, y apoyados en la solidez de los sacramentos, se podrá restaurar una sociedad sobre la necesaria percepción de lo sólido. Pero la primera sociedad es la familia, y sobre la misma se ha de recomponer un orden desaparecido.
Se estima que ese orden ha desaparecido porque se ha proscrito el Bien Común, que es el bien propio de las comunidades que contiene, ofrece, y promueve el bien de cada individuo. Y su primer bien es la santidad y la salvación eterna.
El autor nos recuerda que no nacemos solos. Que hemos nacido dentro de una familia. Vínculos familiares que no desaparecen al salir de casa. Eso es lo que hace el pensamiento político secularista y moderno. Desvincular. Desarraigar.
Hemos de recuperar los vínculos entre los semejantes, entre las familias, para crear comunidades fuertes y sanas, y santas. Hemos de vincularnos con Dios, para crear sociedades sacramentales que den Gloria y alabanza a Dios. Hemos de dar una enorme importancia a los sacramentos que nos vinculan con la Sociedad Trinitaria de las Divinas Personas.
Hemos, como dice el autor en la introducción, de dar una sociedad a nuestros hijos. Suele ser al revés, damos hijos a la sociedad, pero… ¿habrá sociedad para nuestros hijos? Sociedad firmemente entrelazada y arraigada.
El liberalismo, con ese marchamo propio con el que lo escribe un estadounidense, ha triturado toda relación. No nos hemos dado cuenta, mientras había prosperidad. Una vez que entramos en tiempos de incertidumbre constatamos que estamos aislados.
Dios nos ha creado para la comunidad, esto es, mi naturaleza humana haya su perfección en la comunidad, con otras personas. La primera, lo hemos dicho, es la comunidad familiar formada por la madre, el padre y los hijos. Ni siquiera Jesucristo ha querido perderse ese don dado a las criaturas.
Como recuerda el autor, así como la unidad básica de la humanidad es el individuo, la unidad básica de la sociedad es la familia.
Advierte el autor que el liberalismo ha despojado a la sociedad de lo que constituye su verdadera sustancia: los matrimonios estables y los lazos familiares permanentes. La solución pasa por el resurgir de una sólida cultura del matrimonio que respalde la llamada de los esposos a una alianza permanente de fidelidad y a la procreación. Cualquiera otra cosa carecerá de eficacia, sentencia el autor. Lo mismo se podría decir de otra afirmación posterior que enuncia que no crear un orden político y social que no conduzca a la salvación es inhumano.
En definitiva, un libro de lectura urgente para los que estén preocupados por el rumbo que han tomado las sociedades, que contradice el proyecto de felicidad pensado por Dios para todos al desintegrar a los individuos.
Son quince capítulos y algo más de ciento ochenta páginas.