NOVENA EN HONOR A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA BIENAVENTURADA SIEMPRE VIRGEN MARÍA. Día 8º

by AdminObra

Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza

A ti, celestial princesa
Virgen sagrada María
Te ofrezco en este día
Alma, vida y corazón

Mírame con compasión
No me dejes, madre mía
Mírame con compasión
No me dejes, madre mía. Amén.

Los primeros cristianos afirmaron con decisión que la Virgen María no tuvo pecados.

El Nuevo Testamento es claro al afirmar que Jesús no cometió pecados (Heb 4, 15), pero, ¿por qué se incluye a la Virgen en esta lista? ¿No estaremos diciendo que es menos humana por ello? De ningún modo, pues entonces había que decir que son menos humanos Adán y Eva que fueron creado sin pecado. Fueron creados “muy buenos” tal como ya asentían los propios judíos.

En resumen, si Adán fue creado sin pecado, y Eva también, entonces, ¿por qué no pudieron serlo también Jesús y María? Si Jesús es, verdaderamente, el último Adán, y la Virgen, la segunda Eva, entonces resulta adecuado que ambos estén libres de pecado, sin que eso ponga en duda, en ningún caso, la plenitud de su humanidad.

De hecho, es precisamente la identidad de Jesús y de María como los nuevos Adán y Eva la que se cita en el Catecismo como fundamento, tanto para la doctrina de la Concepción Inmaculada de la Virgen como para la ausencia de pecado durante toda su vida.

La preservación de María del Pecado Original –llamada la “inmaculada concepción”- no tiene nada que ver con que sus padres no pecasen. No.

La ausencia de pecado personal en María es el resultado de una “gracia especial” que emana de la victoria de Jesús sobre el pecado. Por el contrario, la ausencia de pecado personal en la Virgen es el resultado de una “gracia especial” que emana de la victoria de Jesús sobre el pecado. No es algo que se alcance por el propio esfuerzo; cuando el papa Pío IX definió formalmente el dogma de la Inmaculada Concepción en 1854 estaba siguiendo una antigua tradición cristiana, que subrayaba la preservación de María de toda mancha del pecado original, debida a esa “gracia” de Dios, y “en virtud de los méritos de Jesucristo”. Por este motivo, y a pesar de su pureza, María puede afirmar con verdad que “Dios” es su “salvador”.