De la primera lectura podemos sacar una conclusión muy directa que es la de no difamar a la gente, ni declarar en falso contra la vida nadie.
Repasemos cómo presenta el Catecismo de la Iglesia Católica estos pecados que están incluidos en el Octavo Mandamiento, y que son considerados por este doctrinal como “ofensas a la verdad”, y repasamos qué pecados hay a mayores muy similares y que hemos de distinguir.
Así, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que hay un pecado que es el falso testimonio y perjurio, que consiste en afirmar algo contrario a la verdad y que posee una gravedad particular cuando se hace públicamente. Si se dice algo contrario a la verdad bajo juramento es perjurio. Ambas son formas de condenar a un inocente, a disculpar a un culpable o a aumentar la sanción en que ha incurrido el acusado.
Por otra parte, el respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra que puedan causar un daño injusto. Distingamos:
- Juicio temerario: el que admite como verdadero, sin tener fundamento suficiente, un defecto moral del prójimo;
- Maledicencia: el que, sin razón objetiva válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran;
- Calumnia: el que daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos mediante palabras contrarias a la verdad.
Hay más pecados relacionados con estos vicios, pero quedará su consideración para otra ocasión.
Como dice el Catecismo, toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación, moral y material. Obliga en conciencia.
Revisemos en esta Cuaresma esta cuestión tan delicada a la luz de la Palabra de Dios.