JUEVES I CUARESMA

by AdminObra

La Palabra de Dios en este día nos pide fijarnos en la importancia de la oración de petición. Sí, pedir hay que pedir. Aunque Dios lo sepa todo de nuestra vida. Hay que pedir igualmente. Es signo de humildad. Es reconocer que somos criaturas.

El Catecismo de la Iglesia nos enseña que la súplica puede identificarse con: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, luchar en la oración. Pero la más común es la “petición”.

Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir, cómo te ves ante Dios. La oración de petición nos viene muy bien porque, entre otras cosas, nos recuerda que somos criaturas. No somos Dios. También nos recuerda que somos pecadores. Cuando pedimos, nos convertimos en pecadores que retornamos a Dios. No deja de ser una conversión.

¿Qué debemos pedir? Esto también es muy interesante. O, ¿cómo debemos pedir? También es muy interesante. En primer lugar, antes de pedir algo en concreto a Dios, hemos de empezar por pedir perdón. Somos pecadores, indignos. No lo olvidemos. En segundo lugar, el Catecismo nos recuerda que hay una jerarquía de peticiones. Quizá, por esto, nunca nos lleguen muchas cosas de las que pedimos. Nos olvidamos de lo esencial. Antes de nada, pedir el Reino, y lo que es necesario para acogerlo y para cooperar en su instauración, ayudando a la Iglesia en su misión, y llevando en el corazón todas las necesidades del mundo y de la propia Iglesia. Esto es importante, porque entramos en el “amor salvador de Dios”. Seguidamente, exponemos necesidades más concretas, pues ya todo lo que imploremos estará incluido en los intereses del Cielo.

En Cuaresma, repasamos qué grado de confianza tengo a la hora de pedir; revisemos cuáles son mis preocupaciones y si estarán en contradicción con los planes de Dios; recuperemos la jerarquía de peticiones sabiendo que lo todo lo demás se nos dará por añadidura.