¿Cuál es la razón de ser de ese extraño hombre que vive en circunstancias tan difíciles, tan rodeado de peligros que su vida es una lucha constante, y cuyo destino es tan alto que no hay otro en la tierra que pueda superarlo? ¿Por qué esos hombres tienen que ser unos solitarios en el límite entre dos mundos, unos luchadores llenos de coraje, pero al mismo tiempo de ilimitada comprensión y amor para con los hombres, sus hermanos? Acosados de toda suerte de tribulaciones, pero sin jamás perder el ánimo (…).
Si naturaleza y misión señalan los aspectos complementarios e inseparables en la visión total de la Iglesia, la consideración de la misión del sacerdote es esencial para comprender y profundizar en su ser sacerdotal, el aspecto que complementa y explica su naturaleza. Un hombre sólo puede ser totalmente comprendido cuando se conoce su función, aquello para lo cual ha sido hecho. Lo mismo sucede con el sacerdote, que es inexplicable separado de la misión para cuyo desempeño ha sido constituido: ella es la causa de que sea un hombre sellado por un destino divino.