- Santos TIBURCIO, VALERIANO y MÁXIMO, mártires. En Roma. (s. inc.).
- Santas BERNICE y PROSDOCA, vírgenes, y su madre DOMNINA, mártires. En Antioquía de Siria. Para evitar a las que querían atentar contra su pureza, buscaron remedio en la fuga, pero fueron arrojadas a un río. (s. IV).
- San FRONTÓN, abad. En Nitria, Egipto. Junto con setenta compañeros se retiró a aquel lugar inhóspito. (s. IV).
- San ASACO, obispo. En Elphin, Irlanda. Discípulo de San Patricio, y primer obispo de esta Iglesia. (s. V).
- Santa TOMÁIDE, mártir. En Alejandría de Egipto. (476).
- San LAMBERTO, obispo. En Lyon. Antes había sido monje y abad del monasterio de Fontanelle. (688).
- San JUAN, obispo. En Campania, Italia. Se dedicó con empeño y pasión a ayudar a los pobres y a la santificación del clero. (s. XI).
- San BERNARDO, abad. En Chartres. Llevó vida eremítica en los bosques y en la Isla de Chausey, y fue maestro insigne de los discípulos que acudían a él en gran número, a los cuales encaminaba hacia la perfección evangélica. (1117).
- Santa LIDUINA, virgen. En Gueldres, en Holanda. Por la conversión de los pecadores y la liberación de las almas, soportó durante toda la vida enfermedades del cuerpo, confiada sólo a Dios. (1433).
- Beata ISABEL CALDUCH ROVIRA, virgen y mártir. En Castellón. (1936).
Hoy destacamos a BEATO PEDRO GONZÁLEZ “TELMO”
Nació en Fromista, Palencia, en 1185, en una familia noble que, para su educación, lo encomendó a un tío suyo canónigo. Éste lo inscribió en la universidad, donde cursó los estudios para aspirar al sacerdocio. Siendo aún muy joven, su tío le consiguió una canonjía, y fue también deán del cabildo.
Vivía con lujo y ostentación, pero una vez que iba a caballo luciendo sus habilidades, se cayó al suelo en el barro, convirtiéndose en el hazmerreír de todos.
Pedro quedó impresionado del hecho y decidió cambiar a una vida más devota y austera, por lo que decidió pedir ingreso en la Orden de Predicadores, en la que profesaría.
Ordenado después sacerdote, enseguida destacó como predicador y confesor. El rey San Fernando lo llamó para hacerlo su capellán y predicador en la Corte, y para que le acompañara en su campaña en la reconquista de Andalucía. De paso alentó a los soldados para que llevasen una vida cristiana.
Antes de que Fernando III el Santo terminase su reconquista en Andalucía, Pedro marchó a Galicia donde se dedicó a la predicación entre los campesinos y marineros.
Después de una vida santa, murió en Tuy en 1246. Enseguida le rindieron culto los fieles gallegos y las gentes de la mar.