Hemos terminado la revisión de las Antífonas mayores de Adviento.
Hoy querríamos hacer un comentario breve sobre la expresión que se desliza de las siete Antífonas en atención a la primera letra de las nominaciones referidas al Hijo de Dios, pero leída desde la del último día a la del primer día. Recordémoslas en ese orden inverso a su aparición: “E”, de Emmanuel; “R”, de Rex; “O”, de Oriens; “C”, de Clavis; “R”, de Radix; “A”, de Adonai; “S”, Sapientia.
De esos nombramientos, pues, se entresaca la expresión que da título a estas líneas: E.R.O. C.R.A.S.
¿Tiene algún significado? Sí. Al menos decir que estas dos palabras existen en el latín, el verbo ERO, y el adverbio CRAS. El primero es el verbo SER, en latín, y está conjugado en futuro, por lo tanto, significaría, literalmente, “SERÉ”, en primera persona, YO SERÉ. El adverbio temporal significaría MAÑANA. Así pues, se traduciría SERÉ MAÑANA.
En el contexto que nos convoca nos damos cuenta que se está refiriendo a la Venida de Cristo, tanto a la histórica como a la promesa escatológica de su Retorno Glorioso; y, adaptando la traducción, podríamos decir VENDRÉ MAÑANA. Por tanto, las Antífonas de la “O”, verdadero tesoro bíblico para meditar en estos días, y que nos ilustran sobre el carácter del Mesías deseado, encerrarían una expresión como ésta, cargada de vaticinio profético, de promesa esperanzadora. Pero además de situarnos en la Nochebuena para contemplar en el Misterio del Nacimiento la Encarnación del Verbo, tal como anunciaron los profetas durante siglos, nos eleva la mirada hacia el futuro. Y con esa mirada elevada con esperanza hacia el “mañana” podemos recordar el final de la Biblia. El último libro sabemos que es el Apocalipsis, libro de Revelación para transmitir esperanza, entre otros aspectos como son los litúrgicos. Recordemos el penúltimo versículo: “Dice el que da testimonio de estas cosas: “Sí, vengo pronto”. Amén, ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20). Comprobamos que la frase escondida en las antífonas coincide con la promesa proveniente del mismo Señor Resucitado. El mismo Señor, en el Cielo, transmite esta palabra, Él volverá. Y éste es, prácticamente, el final de la Sagrada Escritura, una promesa en firme del Señor en su Gloria.