El nacimiento de los hospitales
En Roma y su puerto de Ostia, los hospitales cristianos se vieron principalmente vinculados a los discípulos de San Jerónimo, un grupo que haya bastantes similitudes con el de las damas cortesanas que giraban en torno a San Juan Crisóstomo en Constantinopla.
El senador Panmaquio fundó un hospicio cerca de Ostia para acogida de peregrinos y viajeros.
San Jerónimo ensalzó su vida y escribió que vivía ahora como un monje, dedicado al servicio de Cristo, incluso en su pobreza personal, plenamente entregado a la beneficencia hacia todo tipo de miserables: limosnas y atención a ciegos, mutilados, mudos, putrefactos por la ictericia, etc, por lo que Panmaquio se ha convertido en “tesorero de los pobres”, que “en la persona de éstos reconforta a Cristo”.
El mismo San Jerónimo narra que Fabiola creó en el año 400 un hospital para enfermos en Roma, a orillas del Tíber, de tal manera que fue la primera que fundó un hospital para recoger a los enfermos de las plazas. Ella misma cargaba muchas veces sobre sus hombros a enfermos invadidos por la ictericia o la gangrena y lavaba sus más repulsivas llagas, además de servirles con su propia mano las comidas y aliviar sus dolores con infusiones medicinales.