Comenzando una de las Novenas más entrañables del año ofreceremos en estos días un resumen de un estudio del sacerdote D. Fermín Labarga, profesor ordinario de Historia de la Iglesia en el Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, y que fue publicado en la revista de dicha Facultad Scripta Theologica, en abril de 2020.
Numerosas cofradías españolas, especialmente en el sur, tienen como titular y dan culto a una imagen de Cristo, a la que invocan como NUESTRO PADRE, JESÚS NAZARENO.
Podría pensarse que es un uso exclusivo reducido a las corporaciones nazarenas, pero no es así. En multitud de devocionarios puede leerse una conocida oración, que aparece en el acto de contrición: “Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, PADRE, y Redentor mío…”. Decir, a mayores, que esta expresión ya se estaba usando a comienzos del siglo XVIII.
¿Se trata de un error teológico? Cabría suponerlo, pero si se acude al Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, del año 2005, se puede observar que sigue incluyendo dicha fórmula universal conforme a la tradición española. Así pues, un documento oficial de la Iglesia ratifica el uso de la fórmula según la cual se puede llamar a Jesús, PADRE.
Los cofrades y los devotos de muchas ciudades de España, no solo en Semana Santa, sino a lo largo de la Cuaresma y de todo el año, mantienen el afecto y la vinculación y la devoción con alguna imagen de NUESTRO PADRE, JESÚS NAZARENO. En definitiva, del NAZARENO.
¿Desde cuándo esta expresión? No antes del siglo XVII. De hecho, cuando nacen las corporaciones nazarenas más antiguas en el XVI no la incluyen ni en su denominación, ni en sus estatutos. Simplemente, se llamaban esas cofradías de “Jesús Nazareno”, o de “Jesús con la cruz a cuestas”. Así se podría comprobar en la hermandad sevillana del Gran Poder que es de 1570. A lo sumo se le podrían añadir categorías como “Dulce”, “Amable”, etc.
Se puede afirmar, pues, que el título de “Padre” se introduce ya en el siglo XVII y se va extendiendo rápidamente, de forma especial a comienzos del siglo XVIII. Esa extensión fue gracias al fervor popular más que a la denominación oficial. Se haría oficial gracias a la piedad del pueblo y así pasaría a los textos legales o normativos de las asociaciones.
La primera referencial documental encontrada en la que se usa este título es de 1633 y se localiza en Málaga. Un Domingo de Ramos, los Hermanos de la Esclavitud de la Santísima Trinidad se dotaban de un reglamento reconociéndose como verdaderos miembros de Jesucristo y profesando la fe en el Misterio Trinitario, y, parafraseando a San Pablo, se descubrían como hermanos en Jesucristo para poder tenerlo como “Padre” en el Cielo y en la Tierra. La cita paulina que les inspiró están en 1Cor 1, 10. El título no estaba incluido en el nombre de la corporación, pero sí estaba incluida una referencia a Jesucristo usando esos términos.
En 1656 encontramos la primera regla en la que ya se ha adoptado el título de Nuestro Padre, Jesús. Fue en Sanlúcar de Barrameda.
En 1684 aparece en Montoro (Córdoba) otra interesante referencia que da muestra del arraigo del que ya disfrutaba este título aplicado a Cristo al hacerse referencia de la entrega un dinero, ante escribano, como ayuda para hacer una “lámpara de plata a Nuestro Padre Jesús Nazareno”.
En 1703, el Vicario General de Jaén obligaba a la cofradía de la capital que hiciera estatutos y presentara cuentas debiendo informar de todo lo que se le daba a “Nuestro Padre Jesús”.