“AMPARO DE LA FE”
En un antiquísimo himno griego, “Akathistos”, en honor a la Madre de Dios, se la nombra como amparo de la fe.
En el conjunto de la fe, la Santísima Virgen no es una figura marginal. Ella, por su singular participación en la Historia Sagrada, reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe.
La fe es escucha y obediencia a la Palabra de Dios. La Virgen es la realización más perfecta de la fe.
Durante toda su vida, desde la Anunciación hasta la Cruz, su fe no vació. María no cesó de creer en el “cumplimiento” de la Palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.
Al acudir a la Virgen como “Amparo”, los cristianos le pedimos a nuestra Madre que sostenga nuestra fe; que nos muestre el camino de la verdad.
Es una súplica que parte de la constatación de la oscuridad que nos invade; de la dificultad de superar las pruebas que se presentan contra el creer. A veces, el mundo en el que vivimos parece desmentir nuestra fe y contradecir el Evangelio. Necesitamos que la Virgen María, como la columna luminosa que de día y de noche guiaba al pueblo en el desierto, nos señale el camino de la perseverancia cristiana.