El transhumanismo resulta ser una visión muy audaz que preconiza que los humanos deberían explotar el potencial de los avances científicos y tecnológicos que mejoren, alarguen y cambien la vida de la humanidad, como un deber moral, aplicando al hombre las nuevas tecnologías a fin de que se puedan eliminar los aspectos no deseados y no necesarios de la condición humana: el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento e, incluso, la condición mortal. Promueve un enfoque interdisciplinario para comprender y evaluar las oportunidades que nos ofrece el avance tecnológico para mejorarnos, en nuestra condición y en nuestro organismo. Para ello serán consideradas tanto las tecnologías actuales, como la ingeniería genética y las tecnologías de la información, como las que se hallan en desarrollo, la nanotecnología molecular y la inteligencia artificial.
El posthumanismo es la forma de designar las corrientes de pensamiento que aspiran a una superación del humanismo clásico. Sería la generación pensante que llega después de la reflexión postmodernista. No consideran este “pensar” como un “concepto cerrado”, sino un modo de “describir el momento actual”, por ello no tratan de comprender qué sea el ser humano en esencia, sino lo que quiere llegar a ser y en lo que se puede convertir como especie. Cuestionan las afirmaciones tradicionales que dicen que debemos dejar la naturaleza humana esencialmente sin cambios con el fin de ajustarnos a la “voluntad de Dios” o a lo que se considera “natural”. Cuestionan, asimismo, las limitaciones tradicionales, biológicas, genéticas, e intelectuales sobre nuestro progreso y posibilidades. En definitiva, observan al ser humano como una etapa de transición entre nuestra herencia animal y nuestro futuro posthumano.
Desde una perspectiva cristiana, el verdadero impulsor del progreso de la humanidad y el desarrollo de la persona es el humanismo integral y avanzado abierto al Absoluto. Sin Dios el hombre no sabe a dónde ir ni tampoco logra entender quién es.