La liturgia pascual subraya la novedad bautismal de la vida cristiana, la continuidad con la novedad del Resucitado y la vida como culto espiritual, con la potencia de los dones y frutos del Espíritu. Existe una antropología de la Resurrección que revela al cristiano y a la comunidad eclesial como presencia y prolongación del Cristo Resucitado. Son las obras de la Resurrección, el testimonio de la vida contra el instinto de la muerte, la irradiación de la vida en una cultura que afirma la posibilidad, desde aquí abajo, de una humanidad nueva y renovada por el dinamismo del Espíritu.
En la perspectiva de la Resurrección y de la espera del Resucitado, en la visión pascual de la Parusía, indicada por los ángeles en la Ascensión, es éste el tiempo escatológico. Tiempo, por tanto, de anticipación de la vida nueva y de la espera del cumplimiento definitivo en Cristo, como sugiere la lectura del Apocalipsis en este tiempo litúrgico.