Tal como enseña la “Carta sobre las fiestas Pascuales” del año 1988, de la Congregación para el Culto Divino, y tal como sabemos sobradamente, durante esta Semana Santa que ha hemos iniciado celebramos los Misterios de la Salvación actuados por Cristo en los últimos días de su vida, comenzando por su entrada mesiánica en Jerusalén.
El tiempo de Cuaresma continúa hasta el Jueves Santo. A partir de la misa vespertina, “En la Cena del Señor”, comenzará el Triduo Pascual.
Antes, las llamadas “ferias de Semana Santa”, lunes, martes y miércoles, (y jueves por la mañana, pero en esas horas centrado en la Misa Crismal) tendrán preferencia sobre cualquier celebración, incluso con el rango de solemnidad. Pensemos en San José o en la Encarnación, que tantas veces han coincidido en estos días. En ese caso se trasladaría su celebración.
Lunes, martes, miércoles santo mantienen el carácter cristológico de la Cuaresma, siguiendo la lectura de las semanas anteriores. Lecturas proféticas de Isaías (las tres referidas al Siervo Sufriente) y evangélicas de San Juan (contemplaremos la Unción en Betania, y el anuncio de traición de todos y de Pedro), excepto el miércoles, cuando se narra la traición de Judas, según San Mateo.