“Así, pues, hay que decir que (…) fue absolutamente verdadero el matrimonio de la Virgen Madre y de José, porque uno y otro consintieron en la unión conyugal, pero no expresamente en la cópula carnal, a no ser bajo condición, si hubiese a Dios placido.
(…)
Pero (…) aquel matrimonio no fue consumado, (…), pues con la celebración de las nupcias no se declara la supresión de la virginidad, sino la testificación de la unión conyugal.
Tuvo, sin embargo, aquel matrimonio también (otra) perfección en cuanto a la educación de la prole, (…), (pues) todo el bien de las nupcias ha sido cumplido en aquellos padres de Cristo. La prole, la fidelidad y el Sacramento. La prole la conocemos en el mismo Señor Jesús; la fidelidad, porque no hay allí adulterio alguno; el Sacramento, porque no reconoce ningún divorcio; lo único que no hay allí es el concúbito nupcial”.