Esta conjunción de los cuatro elementos (helenismo, romanismo, germanismo y/o eslavismo, y cristianismo), son los CUATRO elementos integrantes del “ser de Europa”.
Cuatro son las notas fundamentales que constituyen Europa como civilización y que están tan estrechamente fusionadas entre sí, tan sustancialmente unidas que, si se elimina una, nos quedamos ya con una imagen coja de Europa, con una idea falsa de Europa.
La “esencia” de Europa, por lo tanto, es esa integración profunda de helenismo, romanismo, germanismo/eslavismo, y cristianismo. Y de estos cuatro elementos o notas, el que más esencialmente constituye y define la civilización europea es el cristianismo, porque es el que, bajo su aliento espiritual, une en perfecta armazón los otros tres y configura un conjunto armónico. Por eso, la civilización europea, Europa, es esencialmente cristiana. Por eso existió durante siglos esa identificación de Europa y Cristiandad, antes de expandirse ésta hacia otras tierras lejanas. Europa no puede no ser cristiana, porque si no, ya no será Europa. Será otra cosa, quizá otra civilización, muy posiblemente decadente y sin verdadera vida; pero nunca podremos decir que eso es, en sentido propio, Europa.
Por lo tanto, la “identidad” de Europa nos refiere la comunión y conveniencia de los pueblos que la integran y de estos cuatro elementos que hemos indicado en una misma entidad común. Y le convienen hasta el punto de que son como la definición de su ser.