SAN BENITO, COPATRONO DE EUROPA. SER E IDENTIDAD DE EUROPA – 7

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Ante la sociedad que, si bien estaba impregnándose de cristianismo, se hallaba aún en un proceso de descomposición moral interna, así como en una fase general de decadencia material, la llegada de los “pueblos bárbaros”, sobre todo “germánicos” en estos momentos, supuso un aporte vivificador por lo que a nueva savia se refiere.

Ante una sociedad en tantos aspectos corrompida, las costumbres y los valores que traían los pueblos germánicos (valor de la comunidad, del servicio, de la fidelidad al jefe y al grupo, entrega generosa, etc.), podían ser asumidos como aspectos positivos para la labor revitalizadora que el cristianismo estaba operando. Y, además, sólo el cristianismo, porque no despreciaba a estos bárbaros rudos, sino que era capaz de comprender que estaban llamados a ser hijos de Dios y hermanos de todos los demás hombres, podía vencer las reticencias que, de primera intención, podía causar en los propios cristianos el temor a la arribada y el asentamiento de tales gentes, que, si bien se producía de forma pacífica y pactada en muchos casos, en otros estaba sucediendo con acciones violentas y de saqueo.

Sólo el cristianismo, que al universalismo salvífico de Jesucristo supo unir extraordinariamente el universalismo romano, podía afrontar la tarea de integrar en una nueva sociedad común a romanos y germanos.

Sólo el cristianismo estaba capacitado para fusionar, bajo su aliento espiritual, la tradición clásica y el aporte de los pueblos germanos. Y así lo hizo, dando lugar a la EUROPA OCCIDENTAL.