SAN BENITO, COPATRONO DE EUROPA. SER E IDENTIDAD DE EUROPA – 4

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Extender esta tradición helénica superior al oeste fue la obra de Roma, cuya misión consistió en actuar como intermediaria entre el civilizado mundo heleno del Mediterráneo oriental y los pueblos bárbaros del Occidente.

Roma, además, añadiría su propio genio creador y civilizador; no fue una mera transmisora del legado helénico.

Roma poseyó un sentido claro y expreso de la política y de la ley, del Derecho, de la necesidad del buen ordenamiento de la sociedad y de las relaciones humanas, de la regularidad, de la disciplina. Todo ello se manifestó en su capacidad militar, en la organización de sus legiones, en la disposición urbanística de las ciudades, en la red de vías que unían los territorios de su imperio… y en las leyes y los códigos legales que las correspondientes instancias jurídicas promulgaron.

Las posibilidades que Roma demostró tener para construir, organizar eficazmente y conservar durante mucho tiempo un gran imperio, sabiendo integrar a muy diversas poblaciones y dejarles una honda impronta cultural, reflejan que nos hallamos ante una civilización de primera talla, realmente creativa.

Ahora bien, el genio romano, como el genio helénico, no alcanzaría su plenitud hasta que no incorporase un elemento clave, un elemento necesario para darle la visión trascendente de la vida y del mundo de que carecía: el cristianismo.

La Roma cristiana estaba de hecho destinada a heredar la tradición romana y a conservar el viejo ideal de la unidad latina en un mundo despareciente.

Gracias a ella, los nuevos pueblos debieron a Roma la idea de la posibilidad de una civilización común, y se inició así el camino hacia una nueva cultura europea.

En el mundo antiguo, la artificial civilización superficial del Imperio Romano precisaba de una inspiración religiosa de más profunda calidad que la contenida en los cultos oficiales del estado-ciudad, y ésa sería la que aportaría el cristianismo, el cual transformaría la vida y el pensamiento de la civilización antigua sin que nadie pudiera haber previsto ni el hecho ni en qué manera lo iba a hacer.