La extraordinaria importancia de la Sangre salvadora ha hecho que su memoria tenga un lugar central y esencial en la celebración del misterio del culto: ante todo en el centro mismo de la asamblea eucarística, en la que la Iglesia eleva a Dios Padre, en acción de gracias, el “cáliz de la bendición” (1Cor 10, 16) y lo ofrece a los fieles como sacramento de verdadera y real “comunión con la sangre de Cristo” (1Cor 10, 16), y también en el curso del año litúrgico.
La Iglesia conmemora el misterio de la Sangre, no sólo en la solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor, sino también en otras muchas celebraciones, de manera que la memoria cultual de la Sangre que nos ha rescatado (1Pe 1, 18) está presente durante todo el Año.
Por ejemplo, en el tiempo de Navidad, en las Vísperas; pero sobre todo en el Triduo Pascual, el valor y eficacia redentora de la Sangre de Cristo son objeto de memoria y adoración constante; el Viernes Santo, durante la adoración de la Cruz, y en el mismo día de Pascua.
En algunos lugares y Calendarios particulares, la fiesta de la Preciosísima Sangre de Cristo se celebra todavía el 1 de julio: en ella se recuerdan los títulos del Redentor.