Finalizando la celebración de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, nos disponemos a ir clausurando un año litúrgico e iniciar otro nuevo con el tiempo fuerte del Adviento.
¿Qué es, realmente, el año litúrgico? Es la celebración del Misterio de Cristo, centro de la Historia de la Salvación actualizando en nuestras almas su Redención.
Año tras año, los cristianos, tenemos la posibilidad de sumergirnos en el Misterio del Verbo y de revivirlo, haciendo de ello el camino de nuestra santificación.
Las celebraciones del Misterio del Redentor tienen que alimentar nuestra espiritualidad y hacernos dóciles a cuanto vivimos y celebramos a través de nuestros ritos y de la escucha atenta de la Palabra de Dios, y de la recepción piadosa de los Sacramentos. Hemos de estar atentos, y ser “maleables” a las acciones sobrenaturales a las que asistimos, acoger la Gracia y vivir la gratuidad de la Salvación.
A lo largo de todo este año litúrgico, de cualquier año litúrgico, buscaremos tener experiencia del Misterio de Cristo, de su vida, y lucharemos por dejar que nos asimile a su Divino Ser.
El año litúrgico tiene que ser la base de una verdadera mística cristiana.