MEDITACIÓN SÁBADO II CUARESMA (Miq 7, 14-15. 18-20; Lc 15, 1-3.11-32)

by AdminObra

Hoy nos encontramos con un mensaje lleno de esperanza del profeta Miqueas.

¿Qué Dios perdona el pecado como Dios? Si no perdona el pecado no es Dios, parece decirnos esta lectura. ¿Somos conscientes? Si no perdona el pecado No es Dios.

En esta Cuaresma la Palabra de Dios que nos viene a través de este Profeta menor nos avisa que ocurrirán verdaderos prodigios. ¿Cuáles? El perdón. Dios nos puede sacar de nuestra inmundicia como sacó a su Pueblo de Egipto. Dios puede sacarnos de nuestra esclavitud.

Miqueas usó un lenguaje muy duro y muy sentencioso. Pero seguidamente asumía un estilo más abierto y esperanzador. Buscaba crear la necesaria conciencia de pecado que debían tener los israelitas siendo conscientes de sus injusticias sociales que tanto enardecían a Dios, para que, confirmando sus crueldades, pidiesen perdón y penitencia.

Dios está dispuesto a destrozar nuestras culpas. Las quiere triturar. Quiere mandar nuestros pecados al fondo del mar. Y así nos podrá devolver el don de la fidelidad. Dios no nos ha creado para ser ganadores, nos ha creado para ser fieles, y en esto consiste la victoria, en permanecer fieles a El.

La Cuaresma puede ser un tiempo precioso si nos ponemos en camino hacia el Padre, tal como hemos visto en el Santo Evangelio. Con mejor o no tan buena intención, como le pasó al “hijo pródigo”, hemos de salir de nuestras golferías personales y volver a nuestro Padre que está siempre mirándonos para que nos dejemos encandilar por su mirada paterna. ¿No nos dejaremos vencer por la mirada divina? ¿No? ¿No nos dejaremos querer? ¿No nos dejaremos limpiar? ¿Rechazas a Dios? ¿Lo rechazas? ¿Rechazas su espera? Así perderás la esperanza en todo.

No. En Cuaresma levantémonos de nuestra miseria y vayamos decididos hacia un hogar muy especial que es el Amor del verdadero Dios que perdona los pecados. Andar entre los “puercos” no es lo peor que nos puede pasar. Lo peor que nos puede pasar es no querer salir del “corral de los puercos”. No importa el “mal olor” que nos hayan dejado. Dios nos lo sacará.