MEDITACIÓN MIÉRCOLES III ADVIENTO (Is 45, 6-8. 18. 21-26; Lc 7, 19-23)

by AdminObra

Hoy volvemos a encontrarnos con el profeta Isaías. El pasaje es conocido. Pasaje en el que Dios nos recuerda que es el único Dios. Y que no hay más dios que Dios. La unicidad de Dios nos queda clara. Debe quedarnos clara.

Pero el texto sagrado nos ofrece una cita que se ha hecho típica del Adviento. Aquella en la que se invoca a los Cielos para que se destile la Justica, tal si fuese agua de las nubes; impregne la tierra; y germine la misma justicia que se ha derramado. Pareciera que se está implorando a los Cielos que envíe al Salvador (Encarnación) y germine en el seno de una virgen la misma Salvación. El Justo de las naciones.

Isaías insiste en la potencia de Dios que fue el que creó, modeló, fabricó, afianzó y formó la tierra. Y la hizo habitable. Un Dios al que han de volver todos los que se han alejado de El, pues emite sentencias irrevocables que no admitirán revisión.

Ciertamente, no merece la pena “independizarnos” de Dios y sentirnos seguros por esa falsa decisión. No merece la pena pugnar contra El, y contra nuestra conciencia enquistándonos en decisiones llenas de bravatas. Pero no llenas de bravura y valentía. A Dios nadie le vence. Dios es Todopoderoso. Hay que convencerse de ello.

El poderío de Dios lo vemos en el Verbo divino que ha tomado carne de María Santísima. Lo vemos en el pasaje evangélico de este día. El pasaje corresponde a la embajada que Juan, el Bautista, envía a Jesús para saber si es El el Mesías verdadero. Nuestro Señor dice a los emisarios de Juan que se fijen en los que han sido curados de malos espíritus, achaques, enfermedades, cegueras, cojeras, lepra, sorderas; incluso en que hay muertos resucitados. Y pobres evangelizados. También les corresponde recibir el Evangelio. Y aceptarlo.

El Creador, es, al mismo tiempo, el “re-creador” de la Creación herida por el Pecado Original. Y por los pecados personales. El Salvador le está devolviendo la primitiva hermosura perdida y todavía más, pues la está santificando.

El Señor ha de rehacer constantemente nuestra humana naturaleza herida. Dejémosle, sí. Le dará mucho más de lo que ha perdido.