Introducción
En sentido eclesiástico y litúrgico la palabra “feria” significa los días de la semana. Se hace excepción con el sábado, que ha conservado su denominación judía (sabbatum), y el domingo que ha tomado nombre del dies domenica ya desde los primeros tiempos del cristianismo.
La costumbre de dar el nombre de “feria” a los días de trabajo de la semana en vez de los nombres de los dioses paganas romanos, ya data de la época de Tertuliano (ss. II-III).
Antes del Concilio Vaticano II se distinguían feriae maiores y feriae minores. Las “mayores” son las ferias de Adviento, Cuaresma, de Témporas y las dos ferias de rogativas; las “menores” son el resto. El Miércoles de Ceniza, y los tres días primeros de Semana Santa son feriae maiores privilegiatae, y no pueden ser sustituidas por ningún oficio; siempre predominan litúrgicamente.
Las “ferias”, comparándolas con las “fiestas”, son el tiempo para la habitual alabanza al Señor día tras días, semana tras semana y así regularmente.
Explicación
La segunda parte del Adviento comienza el día 17 y dura hasta el 24.
Son las “ferias mayores”, y privilegiadas, que preparan próximamente la Navidad. Se puede llamar a estos días la “semana santa” de la fiesta de Navidad.
Tanto en la Misa con en la Liturgia de las Horas, durante estos días encontraremos una serie de textos, llenos de riqueza bíblica y de lirismo, que nos prepararán para que podamos conmemorar, un año más, el Nacimiento. Nos encontramos ante los días más tiernos del año. Irrepetibles por lo que tienen de candor.
En el Evangelio escucharemos a San Mateo y a San Lucas que son los evangelistas que nos hablan de la infancia de Jesucristo. Irán apareciendo los preparativos del Nacimiento, y los sucesivos anuncios a la Virgen María y a San José. Paralelamente, nos encontramos con lo propio respecto a San Juan Bautista, y el anuncio de su nacimiento a Zacarías.
Las primeras lecturas serán las profecías que mejor se adecúen a la proclamación evangélica.
Estos días tienen un color entrañablemente mariano, como ya dijimos en su momento. El tono mariano continuará sin duda a lo largo de las Pascuas. La Virgen María es Maestra de esperanza, y Madre del Amor Hermoso. Ella nos ayudará a ser “acogedores” de la alegría del Mesías junto con San José. No olvidemos, que el Domingo IV de Adviento, concede una centralidad grande a la Madre de Dios.