Abundando en el personaje, hemos de decir que de ninguna otra persona en el Nuevo Testamento se presenta una imagen tan precisa como la del apóstol Pablo.
Sus cartas y los Hechos de los Apóstoles muestran a un hombre con un carácter apasionado y una mente privilegiada.
Pablo (en griego, Paulos) es el sobrenombre de Saulo (en griego, Saulos; en hebreo, Saúl).
Tuvo, por tanto, un doble nombre.
Es interesante constatar que en los Hechos sólo a partir de Hch 13, 9 se le designa con el nombre de Pablo (anteriormente Saulo).
El cambio, por tanto, no aconteció con su experiencia de vocación en las cercanías de Damasco. En sus cartas siempre se autodenomina Pablo.
Se desconoce el año del nacimiento de Pablo.
Como lugar de nacimiento, los Hechos de los Apóstoles mencionan Tarso de Cilicia.
Según Hch 18, 3, Pablo era fabricante de lonas, empleadas para protegerse del sol.
En sus cartas se menciona a menudo que se ganaba la vida con su propio trabajo.
Tampoco sabemos mucho de su formación teológica. Si otorgamos credibilidad a Hch 22, 3, fue alumno del famoso rabino Gamaliel en Jerusalén.
Según Flp 3, 5 era fariseo.
En cualquier caso, se puede afirmar que sus obras están más marcadas por el pensamiento y la teología judíos que por la formación helenística, a pesar de que Tarso era un importante centro de formación en la cultura griega.
Pablo escribe en Gal 1, 15 y 1Cor 9, 1; 15, 8 acerca de su conversión de perseguidor de los cristianos a seguidor de Cristo. Sin embargo, no menciona qué sucedió exactamente.
Los relatos de los Hechos se muestran, frente a eso, como secundarios (Hch 9; 22; 26).
La indicación geográfica de Damasco y su fuga de la ciudad deben considerarse históricas.
Pablo interpretó su apostolado en el sentido de un encargo del mismo Cristo resucitado y con ello situó su vocación en el mismo nivel que el testimonio ocular de los Apóstoles en Jerusalén (1Cor 9, 1; Gal 1, 1. 12).