LECTURA RECOMENDADA PARA OCTUBRE: “HISTORIA DE UN ALMA”

by AdminObra

Multitud de editoriales en España tienen a la venta esta obra de espiritualidad.

Estamos ante un libro indispensable y que todos deberíamos tener leído y releído. Podría formar parte de ese elenco de obras clásicas de espiritualidad que tendrían que estar en nuestras casas.

Es la obra de una “gigante” si se permite esta identificación cuya lectura nos hace entender que la santidad pasa por el difícil “caminito” del empequeñecimiento.

Bajo el título «Historia de un alma», libro publicado por primera vez al año de la muerte de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, se recogen la biografía y las memorias espirituales de Thérèse Martin. Es un libro delicioso y ya universal.

«Historia de un alma», la autobiografía de recuerdos, experiencias y testimonios que Teresita escribió por orden de su Superiora Monástica, se ha convertido en todo un «clásico» imprescindible de la mejor literatura espiritual y en obra clave en la conversión, vocación y consagración de muchas personas.

Contiene más de mil citas bíblicas -400 del Antiguo Testamento y 600 del Nuevo-.

«Mi caminito»…: La infancia espiritual

La infancia espiritual consiste en hacerse enteramente niño ante Dios y ante los hombres. No por un espíritu aniñado, ingenuo o enfermizo, no por infantilismo y pura ingenuidad, sino por el amor, la humildad, la sencillez, el candor, la confianza, el abandono filial y la ausencia absoluta de toda clase de complicaciones en la vida espiritual.
¿Qué es la infancia espiritual?
A la luz de los escritos de Teresita y de la interpretación de sus mejores estudiosos y comentaristas, los rasgos fundamentales de la infancia espiritual pueden dividirse en dos grupos, que se complementan mutuamente: uno negativo, no es el sentido peyorativo del término, y otro positivo.
Cuatro son los rasgos negativos principales que presenta la infancia espiritual: la ausencia de mortificaciones extraordinarias, la ausencia de carismas sobrenaturales, la ausencia de método de oración -no de oración ni mucho menos- y la ausencia de obras múltiples o de activismo espiritual.
Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, maestra de vida espiritual y doctora de la Iglesia, fue una persona de oración, de constante y fecunda oración, que definía así: «La oración es una simple mirada al cielo, un grito de gratitud y de amor, así en medio de la prueba como en el seno del gozo. Es una cosa elevada, sobrenatural, que dilata el alma y la une con Dios… Hago como los niños que no saben leer: digo sencillamente a Dios lo que quiere decirle y siempre me entiende».
Más importantes y más decisivos que los llamados rasgos negativos del camino de la infancia espiritual de Santa Teresita de Lisieux son los rasgos positivos. Son los siguientes: la primacía del amor, la confianza y filial abandono, la humildad y la sencillez y la fidelidad a las cosas pequeñas.
Camino de la perfección
Celina, hermana de Teresita y monja carmelita como ella, declaró en el proceso de canonización de nuestra santa: «Al contrario de otros místicos, que se ejercitan en la perfección para alcanzar el amor, Sor Teresa del Niño Jesús tomó como camino de perfección el amor mismo».
Las características de esta opción por el amor, de esta primacía del amor en la santa francesa presentaban, a su vez, estos rasgos más representativos y esenciales: su carácter enteramente infantil y filial, complacer a Jesús, el perfecto desinterés y la inquietud apostólica.
Escribía Teresita: «Los grandes santos han trabajado por la gloria de Dios; mas yo que soy una alma «pequeñita», trabajo únicamente por complacerle, y sería feliz en soportar los mayores sufrimientos, aunque esto fuese para hacerle sonreír una sola vez». Leemos en otros pasajes suyos: «Una sola cosa deseo: la voluntad de Dios… Quiero todo lo que Dios me dé». Y es que, no en vano, el lema de su vida fue «amar al Señor y hacerlo amar».
«Mi vocación es el amor…»
A través del denominado camino de la infancia espiritual, del que hablaremos próximamente, Teresa del Niño Jesús recorrió de manera excepcional los caminos de la humildad, de la sencillez evangélica y de la confianza en Dios. Ardiente su corazón de celo apostólico y de amor de Dios, Teresita ofreció su joven vida, su cuerpo enfermo y las penitencias y rigores del Carmelo por la salvación de las almas, la evangelización de los pueblos y el incremento de la Iglesia.
Ella fue y es en la Iglesia el amor. Escribe en su autobiografía: «Teniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de San Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos, leí no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano… Continué leyendo, sin desanimarme y encontré esta consoladora exhortación: … Al contemplar -prosigue la santa- el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de los miembros que San Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era verme en todos. En la caridad descubrí el quicio de mi vocación… Entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo de amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia… Entonces, llena de alegría desbordante, exclamé: Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor… En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor».