LECCIONES SOBRE EL APOSTOLADO de la ORACIÓN – CUARTA LECCIÓN

by AdminObra

CUARTA LECCIÓN: “PUEBLO DE SACERDOTES”

En el drama de la Salvación del mundo, que ahora se está desarrollando, somos verdaderos actores, no simples espectadores. En nuestro Bautismo nos dio Cristo participación en su misión, y así nos capacitó para ser redentores del mundo con El, unidos vitalmente a El.

La misión salvadora de Cristo es, en realidad, una; pero los teólogos, para más claridad, la desdoblan en tres facetas, como tres campos de actividad o tres modos de ejercitar esa misión redentora. Es lo que llaman en latín los “munera Christi”, que podemos traducir: las cualidades, las funciones, las capacidades… de Cristo: es Rey, sacerdote, profeta. Y nosotros lo somos unidos a El.

  1. El Apostolado de la Oración valora nuestro “poder sacerdotal”: el sacerdocio de los que hemos sido bautizados, pro el que participamos del sacerdocio de Jesucristo. Pero que no todos ejercemos con la misma intensidad ni de la misma manera.
  2. No todos podemos, ni debemos, ir personalmente a predicar el Evangelio a países de misión; ni podemos gastar la vida cuidando enfermos, o escribiendo libros, o haciendo obras de arte que glorifiquen a Dios y hagan un mundo más armonioso y mejor. Pero todos podemos ser sacerdotes. ¿Cómo? Para predicar, para orar por los demás, para hacer obras de caridad, para pasar ratos en oración, y para tantas otras cosas buenas, no hace falta ser sacerdote. Pero, para ofrecer, sí. para presentar a Dios víctimas en oblación (ofrenda), sí. Para “sacrificar” la víctima y ofrecérsela a Dios, sí. sacerdote es aquél que está capacitado para esa actividad sacrificial, para ofrecer “sacrificios espirituales, que Dios acepte por medio de Jesucristo”.
  3. Para esto estamos capacitados todos los cristianos. Es cierto que hay alguna diferencia entre nosotros: de entre los cristianos, algunos son sacerdotes ministeriales, a los que Jesucristo les da la capacidad especial de consagrar el Cuerpo y la Sangre del Señor en el sacrificio de la Eucaristía, y de perdonar nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia. La Iglesia nos dice que esta capacidad que poseen los sacerdotes ministeriales es esencialmente diversa de la de nuestro sacerdocio común; pero todos, los sacerdotes ministeriales o jerárquicos y los demás bautizados, poseemos la capacidad de ofrecer.
  4. Ofrecer, ¿qué? Jesucristo no ofreció al Padre en su vida mortal, ni ofrece ahora en la Eucaristía, víctimas ajenas a sí mismo (animales, frutos, etc.). Se ofreció a sí mismo. Es sacerdote y víctima a la vez. Con El y en El, nosotros estamos capacitados para ofrecerlo a El –que es la Víctima divina, único sacrificio que agrada plenamente a Dios Padre- y ofrecernos a nosotros mismos con El.

 

Algunas citas bíblicas para considerar: 1Pe 2, 1-10, Rom 12, 1-2