ESTUDIANTES DEL SEMINARIO CONCILIAR DE MADRID CUENTAN POR QUÉ DECIDIERON SEGUIR A JESÚS Y LOS RETOS A LOS QUE SE ENFRENTAN.
Militares, corredores de bolsa, médicos… no existe profesión que se pueda resistir a la llamada de la vocación. o, al menos, eso es lo que parece cuando se visita un seminario diocesano. El seminario conciliar de Madrid, san Dámaso, tiene actualmente 84 seminaristas y recibió en 2022 a 17 nuevos candidatos al sacerdocio. la cifra más alta de los últimos años.
José Antonio Álvarez Sánchez es el rector y recibe a religión en libertad, y a varios medios más, en una interesante jornada de puertas abiertas. le acompaña el formador Fernando Murga, además de un diácono y un seminarista. ¿A qué se debe este aumento de vocaciones? ¿Cómo es un día en la vida de un seminarista? ¿Cuál es la reacción de las familias a la vocación de sus hijos? Son solo algunas de las preguntas a las que han querido contestar.
Una nueva familia
«El seminario es una realidad viva, que debe ser conocida para ser comprendida. Dios sigue llamando y nos está invitando a vivir una vida apasionante», comenta el rector.
La vida en el seminario está marcada por la oración y el compartir. El día empieza rezando, y, después, los chicos acuden a clase, comen en comunidad, descansan, tienen un tiempo de entretenimiento, participan de la eucaristía, cenan y se van a dormir. Pero, su misión no se reduce al seminario. En los primeros años de formación acuden los fines de semana a realizar labores de caridad, y, en los últimos, visitan parroquias para acompañar a jóvenes, familias, etc.
Sergio tiene 34 años y se ordenó como diácono en junio de 2022. «Yo era militar y estudiaba magisterio, a los 26 años descubrí que el señor me llamaba. Uno llega aquí con un ideal de lo que es el seminario, y luego descubre que era mucho más de lo que podía imaginar. He pasado a formar parte de una nueva familia», comenta el futuro sacerdote.
Búsqueda con sinceridad
Para Sergio, uno de los momentos más decisivos de su vida fue la muerte de su madre. «Me cuestionaba todo, tuve una crisis existencial y eso me llevó a profundizar más sobre el sentido de la vida. La sociedad de hoy no te da respuestas a las preguntas profundas, pero Cristo sí. cuando uno busca con verdad y sinceridad, encuentra. Además, puedo decir que estuve acompañado de sacerdotes, de un profesor… Dios siempre se vale de personas para llevarnos hasta él», señala.
En este sentido, el ex militar señala que la llamada siempre está en función de los demás. «La vocación es para una persona concreta, pero también para todo su entorno. Al principio, que te vayas de cura, no se entiende, a veces, ni dentro de la propia iglesia. Me decía una señora, un día: ‘tiene que haber curas, Sergio, pero tú no’. Cuando te ven que eres feliz y que estás lleno de gozo… tu familia y los amigos solo quieren que seas feliz», explica.
Borja tiene 30 años, es el mayor de cinco hermanos y estudiaba derecho cuando entró en el seminario. «Para mí fue una llamada muy fuerte, el Señor quería que le siguiera. Con muchas dudas, pero terminé aceptando su plan. si uno mira la estructura de esta casa descubre que lo que está justo en el centro es la capilla, y no es por casualidad. Cristo es el centro de esta casa y de mi vida», relata el joven, que ayuda actualmente en una parroquia.
Gracias a una compañera
El paso definitivo de querer ser sacerdote le llegó gracias a una compañera de clase. «Ella no era creyente y me preguntaba siempre cosas de la iglesia y de Dios, yo tampoco le daba tanta importancia. Hubo un momento en el que me llamó y me dijo que tenía que contarme que se quería convertir ‘gracias a mí’. Realmente, yo no hice nada, fue el Señor el que movió su corazón. Ése fue el detonante y vi por dónde tenía que ir mi vida», explica Borja.
Para el rector resulta muy atractivo que la llamada sea siempre algo sorprendente. «La vocación llega de forma extraordinaria. Uno está haciendo un camino y de repente aparece un deseo que no entiende. Algo que no surge de su inteligencia, sino que es propio de la acción de dios. Cuando entras en ese plan, ves que El no quiere truncar nada. Al seminario no se llega dejando cosas, se llega para encontrar el gozo de conocer la razón de tu vida», comenta.
José Antonio señala que la juventud de hoy tienen muchas ventajas. «Los jóvenes son hijos de su tiempo. Tienen grandes ilusiones, capacidades, son generosos… pero, también, hay que ayudarles a que vivan con fidelidad, con responsabilidad y autenticidad. En nuestra cultura vivimos con mucho emotivismo, sensacionalismo… la vocación ha de vivirse en el gozo, pero también en las incertidumbres. En el fondo, se trata de vivir en el amor verdadero», explica.
En este sentido, el formador Fernando Murga asegura que los tiempos pueden variar, pero el deseo de los jóvenes no lo hace. «El mundo cambia muy rápido, pero Cristo es el mismo. Esos cambios no alteran la verdad y el anhelo de lo que el hombre busca. El seminario los saca de este mundo para estar con El, y luego los devuelve otra vez. No nos preocupa tanto qué hacer en las redes sociales, como que puedan dar respuestas al mundo», comenta.
Para terminar, el rector analiza los datos más recientes de vocaciones. «En los últimos tiempos ha habido un descenso de vocaciones a nivel global. Pero, nosotros, hemos recibido más chicos que en años anteriormente. Confiamos en que esto se mantenga. El sufrimiento provocado por la pandemia ha sido una ocasión para replantearse el sentido de la vida, y para preguntarnos en dónde teníamos puesto el corazón», concluye.
El seminario conciliar de Madrid se encuentra en el centro de la ciudad, entre la catedral de la Almudena y la basílica de San Francisco el Grande. Recibe seminaristas de Madrid y de varias partes de España, a los que se les conceden becas para financiar sus estudios. En un impresionante edificio de principios de siglo xx, los futuros sacerdotes pueden disfrutar de un lugar de recogimiento muy especial en el que, también, hacer deporte, jugar en las salas de recreo o participar de un cine fórum con el resto de compañeros. Doce sacerdotes acompañan a estos futuros sacerdotes a lo largo de los ocho años de preparación.