Hoy, 15 de octubre, la Iglesia celebra a:

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  1. San BARSES, obispo. Edesa, Siria. Condenado al destierro por el arriano Valente a causa de su fe católica, hubo de morar en tierras extranjeras, donde, fatigado al tener que cambiar por tres veces de lugar, falleció en un día desconocido de marzo. (379).
  2. San SEVERO, obispo. Tréveris. Discípulo de San Lupo de Troyes, acompañó a San Germán de Auxerre a Bretaña para extirpar la herejía de Pelagio, y también predicó el Evangelio entre los germanos. (s. V).
  3. Santa TECLA, abadesa. Kitzingen, Germania. Enviada desde Inglaterra para ayudar a San Bonifacio, presidió el monasterio de Ochsenfurt y el de Kitzingen. (1243).
  4. Beato GONZALO de LAGOS, presbítero. Torresvedras, Portugal. Ermitaño de San Agustín, de distinguió por su dedicación a enseñar los preceptos cristianos a los niños y a los incultos. (1422).
  5. Santa TERESA de JESÚS, virgen y doctor. Ávila. Carmelita. Llegó a ser madre y maestra de una observancia más estrecha. En su corazón concibió un plan de crecimiento espiritual bajo la forma de una ascensión por grados del alma hacia Dios, pero a causa de la reforma de la Orden hubo de sufrir dificultades, que superó con ánimo esforzado. Compuso libros, en los que muestra una sólida doctrina y el fruto de su experiencia. (1582).
  6. Beato NARCISO BASTÉ BASTÉ, presbítero y mártir. Valencia. Jesuita. Muerto por los enemigos de la fe. (1936).

Hoy recordamos de manera especial a SANTA MAGDALENA de NAGASAKI

Se le llama de “Nagasaki” por la ciudad en la que fue martirizada, pero no tenemos constancia del lugar de su nacimiento, a finales del siglo XVI.

Sí sabemos que pertenecía a una familia que había dado varios mártires.

Cuando llegó a la juventud, guiada por su fe, inculcada en su familia, emitió el voto perpetuo de virginidad.

Ingresó en la Orden Tercera de San Agustín, y también en la de Santo Domnigno, y desde que llegó a Japón en 1632, el religioso dominico San Jordán Ansalone, su futuro compañero de martirio, la acompañó en su vida espiritual.

Apresado el padre Jordán en 1634, Magdalena decidió presentarse a las autoridades y confesar su fe, siendo inmediatamente arrestada y encarcelada.

Las terribles torturas que le infringieron para que apostatara no lograron apartarla de la fe. Así, decidieron la terrible y mortal suplicio de la horca y de la hoya. Así estuvo padeciendo casi dos semanas hasta que falleció santamente.