La afirmación de la existencia de un canon bíblico fijo y determinado está enraizada en la Revelación (Tradición y Escritura), por medio de la cual la Iglesia puede establecer una CONCLUSIÓN DOGMÁTICA que sobrepasa la simple certeza histórica.
La existencia del canon de los libros sagrados debe considerarse verdad revelada por Dios, por lo que al proclamarlo la Iglesia no lo constituye, sino que lo reconoce.
Por esto, el canon bíblico, una vez reconocido y definido, no admite añadidos ni exclusiones. Así, si se encontrase algún escrito de origen apostólico, NO podría entrar a formar parte del canon.
¿Por qué?
Porque la atestación del escrito apostólico tendría sólo un carácter DOCUMENTAL y, por ello, sería rechazado de la vida de la Iglesia. Se quedó fuera de la Tradición apostólica, y ya no sería Sagrada Escritura, que lo es SÓLO cuando la Tradición se encuentra a sí misma en ella.