La Asunción a la Gloria Celestial pone a María al lado de Cristo, Rey del Universo.
Para ilustrar este hecho era usado a menudo el Salmo 45, visto como salmo mesiánico ya en el judaísmo: a la derecha del Rey está la “reina en oro de Ofir”.
La glorificación plena habilita para el cometido de la intercesión por el mundo. Por esta razón Pío XII, cuatro años después de la definición de la Asunción y al final del año mariano de 1954 (en el centenario del dogma de la Inmaculada Concepción) introdujo la fiesta de la “Bienaventurada María Virgen Reina”, colocándola el 31 de mayo.
Esta última ocupa el lugar de la fiesta de María “Medianera de todas las gracias”, introducida en 1921 en muchas diócesis después de la oportuna petición del famoso e histórico cardenal belga Mercier y luego trasladadas a otras fechas (8 de mayo o bien, en Bélgica, el 31 de agosto).
La nueva fiesta de María Reina fue favorecida por un movimiento, surgido en Roma en 1933, con un numerosísimo apoyo popular. Hay que señalar en 1925 el papa Pío XI había instituido la fiesta de Cristo Rey del Universo.
El nuevo calendario, introducido en 1968 por Pablo VI, para celebrar a María Reina, ha elegido el día octavario de la Asunción, por tanto, el 22 de agosto.
Además, ha sido establecido que esta fiesta sea celebrada con el grado de “memoria”.
Esta memoria es reciente, pero su contenido es antiguo.