Hoy, 9 de noviembre, la Iglesia celebra:

by AdminObra
  1. DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN, en honor a Cristo Salvador, construida por Constantino como sede de los obispos de Roma. Su celebración supone un signo de permanente unidad con el Romano Pontífice.
  2. San URSINO, Obispo, el primero de Bourges, en la Galia, actual Francia. Convirtió la casa del senador Leocadio en iglesia para uso de los fieles, la mayor parte pobres. (Siglo III).
  3. San AGRIPINO, Obispo en Nápoles, en la región de Campania. Fue defensor de la ciudad. (Siglo III).
  4. Santas EUSTOLIA y SOPATRA, vírgenes y monas, en Constantinopla, Estambul, Turquía. (S. VII).
  5. Beato GABRIEL FERRETI, sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores, franciscano. En Ancona, actual región de Las Marcas. Brilló por su solicitud con los niño y enfermos, así como por su obediencia y la observancia de la Regla. (1456).
  6. Beato LUIS MORBIOLI, el cual dejando la senda de los vicios hizo penitnecia y eligió una vida austerísima, y con su palabra y ejemplo recobró a sus conciudadanos para la vida de piedad en Bolonia. (1458).
  7. Beato JUAN NAPPER, sacerdote y mártir, en Oxford, Inglaterra. Trabajó en la clandestinidad con empeño para ganar almas para Cristo y la Iglesia, incluso en la cárcel. Fue martirizado durante el reinado de Jacobo I. (1610).
  8. Beata ISABEL de la SANTÍSIMA TRINIDAD CATEZ, virgen Carmelita. En Dijon, Francia. Desde niña anheló buscar en su corazón el conocimiento y la contemplación de la Santísima Trinidad. Sufrió mucho. (1906).
  9. Beato ENRIQUE HLEBOWICZ, sacerdote y mártir, en Polonia. Fue fusilado por los nazis. (1941).

Hoy destacamos al BEATO LUIS BELTRAME QUATTROCCHI

Él era originario de Catania, ella de Florencia, se conocieron en Roma en 1902, cuando tenían 22 y 18 años respectivamente. En la capital italiana, Luis se había ido a vivir con su tío, que lo había adoptado y de quien había heredado el segundo apellido: Quattrocchi. Allí completó sus estudios de Derecho, que sucesivamente le llevarían a hacer carrera como Fiscal general del Estado. Poco practicante, un buen día se sintió muy atraído por el entusiasmo y la inteligencia de María, estudiante de idiomas y amante del arte y la literatura. Ambos tenían un carácter fuerte que a menudo les llevaba a discutir, pero pronto comprendieron que se amaban y que querían vivir juntos por siempre. A través de la oración intuyeron lo que habrían confirmado en los años venideros: era el Amor de Dios quien los acompañaba en su enamoramiento y en su mutua atracción, que encontraría su plena realización en el amor conyugal y familiar. Una densa correspondencia caracteriza los siete meses de noviazgo: cartas y notas de las que se desprende el intenso afecto y, a la vez, el mutuo respeto entre los dos jóvenes que los motivaba a expresarse su amor con manifestaciones tan llenas de ternura como de casto afecto. En su correspondencia se hallan expresiones muy apasionadas tanto en italiano como en inglés. Sus despedidas concluyen casi siempre con un afectuoso beso. Fue así que el 25 de noviembre de 1905 celebraron su matrimonio en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma.

De su profundo amor, abierto a la vida, nacieron sus cuatro hijos: Felipe, Estefanía, César. El último embarazo fue especialmente problemático debido a una placenta previa que puso en riesgo la vida del feto y de la madre. La pareja se negó a abortar y en 1914 nació Enriqueta: que fue el miembro más longevo de la familia. La maternidad y la paternidad fueron las misiones que María y Luis llevaron a cabo, sostenidos siempre por la Providencia de Dios Padre y de la protección del Sagrado Corazón de Jesús. El Espíritu Santo los animó a participar activamente en la misa cotidiana, a rezar el rosario por la tarde y a hacer adoración por la noche. La vida cotidiana de la familia Beltrame Quattrocchi transcurrió en este clima de constante oración y ferviente apostolado, y fue registrada por la pluma viva y brillante de María. En efecto, de sus apuntes diarios nacieron libros educativos, todavía actuales puntos de referencia para las familias de hoy. Su dedicación a sus hijos era total y en casa se respiraba un ambiente de confianza y serenidad, al punto que, muy libremente, los cuatro decidieron consagrarse al servicio de Dios y de sus hermanos en la vida sacerdotal y religiosa. El ejemplo de sus padres fue determinante para «entrenarse» a saber sopesar con sentido práctico cada evento de la vida «del tejado para arriba», como solían decir con alegre simpatía.

El compromiso social de la pareja se encarnó en diversas formas. Por ejemplo, en su constante servicio como voluntarios en la UNITALSI, donde él fue camillero y ella enfermera, y casi siempre juntos acompañaban con gran entrega a los enfermos en sus peregrinaciones a Lourdes y Loreto. También fueron Terciarios franciscanos y durante las dos Guerras mundiales hicieron todo lo posible por asistir a los soldados y civiles heridos. En contacto permanente con la Abadía de Subiaco, salvaron más de 150 vidas de la persecución nazi. Ayudaron a las víctimas del terremoto de Catania. Participaron en la Acción Católica y en el apoyo a la Universidad Católica. Animaron a los grupos del Movimiento de Renacimiento Cristiano. Parece ser que ellos fueron unos de los primeros en inaugurar los cursos de preparación al matrimonio, en una época en la que no se sentía tal necesidad formativa. El secreto de su fecundo apostolado se fundaba en el simple testimonio de cada día, en una relación conyugal que incluía la presencia de Jesús entre ellos: cada mañana «al salir de la iglesia, entonces (Luis) me daba los buenos días, como si sólo después de la comunión con Jesús el día tuviera su verdadero buen comienzo», escribió ella en sus memorias.

Después de casi medio siglo de vida juntos, en 1951 hicieron la última reunión de toda la familia en Roma, y a finales de noviembre Luis, ya debilitado por un infarto, murió.