- San ISAÍAS, profeta. En tiempo de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá, fue enviado a un pueblo infiel para manifestarle al Dios fiel. Fue martirizado bajo el mandato de Manasés.
- San HERMAS. Mencionado en la Carta los Romanos. (s. I).
- TRESCIENTOS DIEZ SANTOS MÁRTIRES, en Persia. (s. IV).
- San DIONISIO, obispo. En Vienne. (s. IV).
- San GERONCIO, obispo y mártir. En Cagli. Según la tradición fue martirizado en este día mientras regresaba de un sínodo en Roma. (501).
- San BEATO, presbítero y ermitaño. En Vendôme, la Galia. (s. VIII).
- Beato FORTE GABRIELLI, ermitaño. En Umbría. (1040).
- Beato BENINCASA de MONTEPULCIANO, religioso. En la Toscana. De la Orden de Siervos de María, que vivió en una cueva del monte Amiata, en el territorio de Siena, donde llevó una vida de penitencia. (1426).
- Beato TOMÁS PICKERING, monje y mártir. En Londres. Benedictino. Varón de sincera simplicidad y de vida inocente, fue acusado falsamente de conspirar contra el rey Carlos II y se encaminó al patíbulo con ánimo totalmente sereno. (1679).
- San JOSÉ DÔ QUANG HIÊN, presbítero y mártir. En Tonkín. Dominico. Encerrado en una prisión, se dedicó con intensidad a convertir a los paganos y a confortar en la fe a los cristianos también allí encerrados, hasta que fue decapitado por decreto del emperador Thiêu Tri. (1840).
- Beata MARÍA TERESA de JESÚS GERHARDINGER, virgen. En Munich. Fundó la Congregación de Hermanas de las Escuelas de Nuestra Señora. (1879).
- Beato ESTEBAN GRELEWSKI, presbítero y mártir. En Dachau. Fue hecho prisionero al ser invadida su patria polaca. Extenuado por los tormentos fallecería en el exterminio. (1941).
Hoy recordamos especialmente a San PACOMIO, abad.
Nació de padres campesinos. Y paganos. Hacia el año 286. En Tebaida.
Se enroló en el ejército del emperador Maximiano.
Aun siendo pagano, se sintió impresionado por el testimonio de caridad cristiana para con los soldados detenidos en la cárcel común y, después de abrazar el cristianismo, recibió el hábito monástico de manos del anacoreta Palamón. Esto último se lo sugirió San Alejandro de Alejandría. Aquél le introdujo en la vida ascética y monástica: lectura y meditación de las Sagradas Escrituras, oración continua, obediencia, apertura de corazón, ayuno y trabajo manual.
Al cabo de siete años, por inspiración divina fue abriendo numerosos monasterios con el fin de recibir a los monjes en régimen de vida común, y escribió para ellos una célebre Regla. Fue, por ello, considerado un padre del cenobitismo.
Murió en 347.