- Santos MARINO, soldado, y ASTERIO, senador, ambos mártires. En Cesarea de Palestina. El primero, delatado por su condición de cristiano por un compañero envidioso, profesó su fe ante el juez con palabras muy claras. Fue decapitado. El segundo honró el cuerpo del anterior por lo que también fue ajusticiado. (260).
- Santos EMETERIO y CELEDONIO, soldados y mártires. En Calahorra. Durante la milicia en los campamentos de León confesaron a Cristo, por lo que fueron presos y trasladados a Calahorra donde padecieron martirio. (s. IV).
- Santos CLEÓNICO y EUTROPIO, mártires. En el Ponto, Turquía. Bajo el imperio de Maximiano. (s. IV).
- San TICINO, obispo. En Venecia. (526).
- San WINWALEO, abad. En Bretaña. Fue discípulo de San Budoco en la Isla de Lavret, y con su vida ilustró la regla monástica. Abad de Lanvedenec. (533).
- Santa ARTELAIDES, virgen. En Benevento. (570).
- San ANSELMO, fundador y abad. En Emilia-Romaña, Italia. Primer abad de Nonantola, promoviendo durante cincuenta años la disciplina monástica, tanto con sus normas como con sus virtudes. (803).
- Santa CUNEGUNDA, emperatriz y monja. En Hesse, Alemania. Aportó muchos beneficios a la Iglesia junto con su esposo, el Emperador San Enrique. Tras la muerte de éste abrazó la vida cenobítica en el monasterio al que se había retirado. (1033).
- Beato FEDERICO, presbítero. En Frisia, Holanda. Primero fue párroco en Hallum y después llegó a ser abad del Monasterio de Mariengaarde, de la Orden Premostratense. (1175).
- Beato PEDRO GEREMIA, presbítero. En Sicilia. Dominico. Confirmado en el ministerio de la predicación por San Vicente Ferrer, se entregó por entero a la salvación de las almas. (1452).
- Beato JACOBINO de´CANEPACCI, religioso. En Piamonte. Carmelita. Preclaro por su dedicación a la oración y a la penitencia. (1508).
- Beatos LIBERATO WEISS, SAMUEL MARZORATI y MIGUEL PÍO FASOLI de ZERBO, presbíteros y mártires. En Gondar, Etiopía. Franciscanos. Murieron lapidados por su fe. (1716).
- Beato INOCENCIO de BERZO SCALVINONI, presbítero. En Bérgamo. Capuchino. Brilló por su eximia caridad difundiendo la Palabra de Dios y escuchando confesiones. (1890).
- Santa CATALINA DREXEL, virgen. Filadelia, Estados Unidos. Fundó la Congregación de Hermanas del Santísimo Sacramento y utilizó con largueza y de buen grado los bienes de su herencia en educar y ayudar a indios y negros. (1955).
Hoy recordamos especialmente a la Beata TERESA EUSTOQUIA VERZERI
Nació Bérgamo de Lombardía, en 1801, en el seno de los condes de Pedroça-Grumelli y se llamaba Teresa Eustoquio. Intentó tres veces hacerse religiosa benedictina, pero el canónigo de la catedral de Bérgamo, José Bengalio, la hizo salir tres veces del convento, cosa que le supuso a Teresa no pocas críticas y burlas, pero ella lo soportó por obediencia.
Después de haber salido por tercera vez del convento, Teresa se consagró enteramente a la instrucción religiosa de las niñas en una pequeña casa llamada Gromo, que pronto se convirtió en la semilla de la nueva congregación religiosa que había de fundar. Antonia, su hermana y otras dos jóvenes, se le unieron al poco tiempo. Las cuatro hicieron la profesión de votos simples ante el canónigo Benaglio, quien las destinó a la enseñanza de la juventud. La vida de la nueva comunidad era muy austera, con largos períodos de silencio y ayuno. Teresa tuvo que hacer frente a muchas dificultades espirituales, dudas y tentaciones. La Congregación empezó pronto a crecer, pues ingresaron en ella numerosas jóvenes de buena familia, entre las que se contaban tres hermanas de Teresa, además de su propia madre que había quedado viuda. El canónigo Benaglio se encargaba de la dirección espiritual de la comunidad y ayudó a redactar las reglas y constituciones que comprendían diferentes obras de caridad: escuelas para los niños pobres, visitas a las mujeres enfermas, centros religiosos y de recreación para las jóvenes que se hallaban en peligro y sobre todo, retiros para mujeres, según el espíritu de San Ignacio de Loyola.
El obispo de Bérgamo, Mons. Carlos Gritti-Morlacchi, favoreció al principio a la nueva congregación, pero después se dedicó a obstaculizar su crecimiento. Mayor prueba fue para Teresa su propia indecisión y humildad. La llamaba Dios realmente a fundar una nueva congregación, dado que ya existían otros institutos similares, como el del Sagrado Corazón, fundado por santa Magdalena Sofía Barat. Teresa fue a Turín, donde la madre Barat había empezado a organizar, desde 1832, los retiros para mujeres y se sintió muy inclinada a unir su Congregación con la de la santa. Pero pronto comprendió que la voluntad de Dios era diferente, pues había campo más que suficiente para las dos congregaciones, por similares que fuesen. Así pues, la beata tuvo que superar ésta y otras dificultades y soportar con paciencia numerosas desilusiones, antes de conseguir que se estableciera sólidamente su Instituto. Finalmente, en 1841, Teresa y sus compañeras pudieron hacer la profesión solemne en manos del mismo prefecto de la Congregación de obispos y religiosos, el cardenal Constantino Patrizi. Unos cuantos días más tarde, fue publicado el decreto aprobatorio de la Santa Sede y la Congregación fue definitivamente confirmada en 1847. Con esta ocasión, se autorizó a la fundadora a abrir una casa en Roma.
Entre los que ayudaron a Teresa Verzeri en las dificultades, se contaba el beato Luis Pavoni, de Brescia, quien se encargó de imprimir las Constituciones de la nueva Congregación, en un momento en que esto significaba exponerse a muchas molestias; pero el beato hizo caso omiso de las murmuraciones y hablillas. Además, intercedió ante Mons. Speranza para que apoyase en Roma la causa de las Hijas del Sagrado Corazón. Cuando Teresa compró un antiguo monasterio en Brescia, el Beato Luis proyectó los cambios que era necesario hacer al edificio y se encargó de vigilar personalmente la obra. Para ayudar a Teresa, hizo varios viajes a Bérgamo y a Trento, y se comprometió a asegurar la misa diaria en la casa madre. Nada era demasiado difícil para el Beato Luis, cuando se trataba de ayudar a las religiosas. La gran estima mutua que se profesaban el Beato Luis y la Beata Teresa ha continuado entre sus Congregaciones respectivas, en el siglo que ha transcurrido desde su muerte.
La beata vivió todavía cuatro años después de la fundación de la casa de Roma. Durante ellos creció en gracia y santidad y su Congregación con ella. El cólera que azotó el norte de Italia, arrebató a la beata el 3 de marzo de 1852.