- San RUPERTO, obispo. En Baviera. Edificó una iglesia y un monasterio, que gobernó como obispo y como abad, difundiendo desde allí la fe. (718).
- Beato PEREGRINO de FALERONE, presbítero. En Las Marcas, Italia. Uno de los primeros discípulos de San Francisco. En Tierra Santa llegó a ser admirado por los sarracenos. (1232).
- Beato FRANCISCO FAÁ di BRUNO, presbítero. Turín. Unió la ciencia de las matemáticas y de la física con la práctica de las obras de caridad. (1888).
Hoy recordamos especialmente a la Beata PANACEA DE’MUZZI
Nació en 1368, en Quarona de Vercelli, Italia. Sus padres fueron Lorenzo Muzii y Maria Gambino, la cual falleció cuando la niña Panacea era muy pequeña como para recordarla luego. Cuando tenía unos 8 años, su padre volvió a casarse con Margarita Lorcano, viuda con una hija. Desde el primer momento, la madrastra y su hija se encargaron de hacer la vida imposible a la niña. Le encargaban las peores faenas, se burlaban de su piedad y le impedían hacer caridad con los pobres y los enfermos. Asistir a la iglesia le suponía un sufrimiento enorme, y si la descubrían la insultaban y apaleaban, tanto, que en una ocasión su padre (de poco carácter, al parecer) la halló inconsciente en el establo.
Y esta precisamente fue la causa de su martirio: Un día, cuando tenía 16 años, mientras regresaba de pastar las ovejas, se detuvo en la ermita de San Juan de Tucri, allí se entretuvo orando, sin considerar el paso del tiempo. Mientras, en casa, la madrastra, enfadada con la demora de la chica, salió a buscarla. Pasando por la ermita, vio el rebaño plantado a la puerta, esperando a su ama, entró a la iglesia y la golpeó con el huso que la niña solía llevar al campo para hilar, con tanta violencia, que le rompió el cráneo y la mató allí mismo. Consciente del crimen que acababa de cometer, Margarita salió de la iglesia y se arrojó por un barranco, matándose en la caída.
Pronto corrieron los vecinos a la iglesia y encontraron a la joven desangrada, sosteniendo aún su rosario. Limpiaron el cuerpo e intentaron moverlo, pero era imposible, hasta que acudió el obispo y verificó el martirio. Entonces, la enterraron en la parroquia de Santa María de Quarona, junto a su madre. Los abusos padecidos y su muerte dentro del templo y a causa de su piedad, hizo encaminar la compasión hacia la devoción de la que pronto consideraron mártir.