MEDITACIÓN LUNES I de PASIÓN (Dn 13, 1-9. 15-17. 33-62; Jn 8, 1-11)

by AdminObra

Dios hace siempre justicia al inocente, de un modo u otro. También se la hará a su Hijo querido resucitándolo y haciéndole resucitar del lugar de los muertos.

Esta aseveración la hacemos en atención a las lecturas que se proclaman en este Lunes I de Pasión, o Lunes V de Cuaresma.

Ambas lecturas recogen la situación delicada por la que pasan dos mujeres, la “Casta Susana”, como la conoce la tradición y la piedad popular cristiana, y la “mujer adúltera”, pasaje que a nadie pasa desapercibido por todos los detalles que lo conforman.

¿Quién hará justicia a Susana de la falsa acusación de impudicia? También el Señor será sometido a falsas acusaciones que hubo de afrontar con las palabras justas, exactas, prorrumpidas en el tono propio, y con el silencio propio de un Dios Verdadero.

Los deseos libidinosos de dos jueces lascivos, ancianos, que se confabulan en malas intenciones al contemplar a Susana, les hará urdir un asalto a su intimidad, a su pureza para darse falsa y escandalosa satisfacción. La intervención de Daniel, ante una falsa acusación, repetimos, de dos ancianos corrompidos y gustosos de corromper todo lo bello y puro que existe, llena de nobleza y de valentía evitará un fatal desenlace; fatal desenlace que sí recaerá sobre los que querían seducir a Susana que, en el fondo, representan a los que llevaron al desastre a Israel.

Así, en el Evangelio, el gesto gallardo de Nuestro Señor Jesucristo, tranquilo y sereno, divino y magisterial, evitará una muerte injusta de alguien que, tal vez, tal vez, nunca hubiese adulterado. Y si lo hizo, fue por alguna añagaza de los que querían enjuiciarla para, también en el fondo, culpar a Jesús.

¿Hasta dónde llega un corazón putrefacto? Hasta muy lejos si nadie lo impide. Hasta muy lejos. Cualquiera que haya caído en pozos de inmundicia moral, desesperado y asqueado por esa situación, lejos de proponerse la salida de ese lodazal, a modo de autocastigo y en modo de desesperación, se consumirá en más y más horribles pecados contra el sexto mandamiento. Y pretenderá corromper y degenerar para siempre a todos los que pueda.

En Cuaresma tenemos que seguir revisándonos constantemente. Somos capaces de lo más ignominioso, pero también de lo más gentil y valeroso.

Pídele al Señor libertad para proclamar la Verdad y para defender al que es acusado injustamente por querer llevar una vida digna, virtuosa y pura. Eso es lo que hace un mundo vacío, a imagen de los dos viejos libidinosos y de la marea humana que llevaba piedras en la mano, corromper, a semejanza de sus ocultos pecados, y “apedrear” a los que viven en la nobleza y belleza de espíritu.