Hoy, 26 de julio, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. Santos JOAQUÍN y ANA, padres de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios.
  2. San ERASTO, tesorero. Corinto. Amigo de San Pablo.
  3. San SIMEÓN, monje y ermitaño. Mantua. (1016).
  4. San AUSTINDO, obispo. Aquitania. Construyó la iglesia catedral de esta ciudad, mejoró las costumbres del pueblo, y fue modelo en la casa de Dios. (1068).
  5. Beatos EVANGELISTA y PEREGRINO, presbíteros. Verona. (s. XIII).
  6. Beato HUGO de ACTIS, monje. Las Marcas. Silvestrino. (1250).
  7. Beata CAMILA GENTILI, mártir. Piceno. Martirizada por su esposo. (s. XV).
  8. Beato JUAN INGRAM, presbítero y mártir. Newcastle-on-Tyne. Inglés de nacimiento, fue ordenado en Roma. Ejerció su ministerio en Escocia. Al pasar a Inglaterra, en el reino de Isabel I, fue ahorcado por ser sacerdote. (1594).
  9. Beato JORGE SWALLOWELL, mártir. Darlington, Inglaterra. Condenado a muerte el mismo año en que había vuelto a la Iglesia Católica, y aun cuando al ser atrozmente torturado fue presa del pavor, permaneció firme en la fe aceptando los suplicios. (1594).
  10. Beatos EDUARDO THWING y ROBERTO NUTER, presbíteros y mártires. Lancaster. El primero dominico. Tras arduos trabajos, en tiempos de Isabel I, fueron condenados a muerte por ser sacerdotes. (1600).
  11. Beato GUILLERMO WEBSTER, presbítero y mártir. Londres. Después de ejercer el ministerio durante veinte años en diversas cárceles, durante el reinado de Carlos I, fue apresado por ser sacerdote y martirizado en Tyburn. (1641).
  12. Beato ANDRÉS, catequista y mártir. Annam, Vietnam. Primer mártir de este país. (1644).
  13. Beatos MARCELO GAUCHERII LABIGNE de REIGNEFORT y PEDRO JOSÉ LE GROING de la ROMAGÈRE, presbíteros y mártires. Rochefort. El primero vivía en Limoges, y el segundo en Bourges. Detenidos por ser sacerdotes, murieron de hambre. (1794).
  14. Beatas MARÍA MARGARITA de SAN AGUSTÍN BONNET y CUATRO COMPAÑERAS, vírgenes y mártires. Orange. Ursulinas. Martirizadas en la Revolución Francesa. (1794).
  15. Beatos VICENTE PINILLA y MANUEL MARTÍN SIERRA, presbíteros y mártires. Motril. Agustino, el primero. Sacados a la fuerza de la iglesia, y fusilados al día siguiente. (1936).
  16. Beato TITO BRANDSMA, presbítero y mártir. Dachau, Alemania. Carmelita. Holandés de nacimiento. Por defender la Iglesia y la dignidad del hombre, padeció con ánimo sereno toda clase se sufrimientos y vejaciones, y dio ejemplo de una caridad sin límites, tanto en favor de sus hermanos presos como de sus mismos verdugos. (1942).
  17. Beato JORGE PRECA, presbítero. Isla de Malta. Entregó amorosamente la vida a la educación catequética de los niños y fundó la Sociedad de la Doctrina Cristiana, con la misión de testimoniar la Palabra de Dios y propagarla. (1962).

Hoy recordamos especialmente a SANTA BARTOLOMEA CAPITONIO

Nació en 1807 en Lovere (Brescia), era hija de la modesta familia Capitanio. Todavía niña soñó en dedicarse hacer obras de caridad por el prójimo. «Quiero ser santa, gran santa, pronto santa». Obtuvo el diploma de maestra. Abrió una escuela en torno a la cual organizó una asociación para los jóvenes. Todos aquellos que la trataron dicen que contagiaba el celo espiritual. En 1832, santa Vicenta Gerosa, la pidió que fuera la ecónoma del hospital que había abierto en la ciudad de Lovere. Bartolomea se volcó en socorrer a todos los enfermos.

 

Pronto las dos mujeres, Vicenta más madura y Bartolomea jovencísima, pensaron en dar vida a una comunidad femenina de corte vicentino, pero los conventos de San Vicente de Paúl dependían de París, mientras que la Lombardía estaba bajo el poder político de los Austrias, y para evitar problemas de tipo político, decidieron nacer autónomos: serán las Hermanas Italianas de Caridad de Lovere, conociéndose como Instituto de María Bambina (María Niña).

Bartolomea murió al poco tiempo de la fundación a los 26 años por una tuberculosis. Nos ha dejado sus “Scritti spirtuali” donde se descubre la profundidad de su alma y sus temores: «No hago otra cosa que hacer las cosas del Diablo». «Creedlo, si yo algo alguna cosa, lo hago nada más que por soberbia». En esta continua lucha purificativa se pasó su vida, pero no perdió jamás la fe y la esperanza, y fue en la oración diaria y en la caridad donde ella se abandonó para no dejarse envolver por la angustia que le suponían lo que llamaba sus pecados.