Hoy, 26 de febrero, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. San ALEJANDRO, obispo. En Alejandría. Anciano célebre por el celo de su fe, que fue elegido para la sede alejandrina. Rechazó la nefasta herejía de Arrio. Participó en Nicea. (326).
  2. San FAUSTINIANO, obispo. En Bolonia. Con su predicación confirmó y acrecentó a la Iglesia, que estaba sufriendo a causa de la persecución. (s. IV).
  3. San AGRÍCOLA, obispo. En Neustria, Francia. (594).
  4. San VÍCTOR, eremita. En Champagne, Francia. Alabado por San Bernardo. (s. VII).
  5. San ANDRÉS, obispo. En Florencia. (s. IX).
  6. Beato ROBERTO DRURY, presbítero y mártir. En Londres. Acusado injustamente de participar en una conjura contra el Rey Jacobo I. Subió al patíbulo confesando a Cristo y revestido con el hábito, mostrando así la dignidad de su sacerdocio. (1607).
  7. Santa PAULA de SAN JOSÉ de CALASANZ MONTAL FORNÉS, virgen y fundadora. En Montserrat. Fundó el Instituto de Hijas de María Religiosas de las Escuelas Pías. (1889).
  8. Beata PIEDAD de la CRUZ ORTIZ REAL, virgen. En Murcia. Instituyó la Congregación de Hermanas Salesianas de Jesús, y en pocos años fundó numerosos asilos, hospitales, residencias de ancianos, colegios y escuelas dominicales. Predijo el día exacto de su muerte. (1916).

Hoy destacamos a SAN PORFIRIO de GAZA

Su vida fue descrita por su discípulo Marcos.

Nació en 347 en Tesalónica, en una familia acomodada.

A los 31 años se retiró al desierto de Scete, en Egipto, para abrazar la vida eremítica.

Permaneció allí cinco años y después fue a Palestina, donde vivió otros cinco años en una gruta cerca del Jordán.

Quiso visitar los Santos Lugares de Jerusalén, pero su gran austeridad había minado su salud, y lo tuvieron que llevar a esta ciudad, donde conoció a su discípulo, que se quedó a su lado para atenderlo.

Visitando el Calvario se curó milagrosamente. Repartió los bienes de su herencia, que le llegaron entonces, a los pobres de Jerusalén y de las aldeas cercanas, y también hizo donaciones a monasterios de Egipto, que eran muy pobres. Él, sin nada, se puso a arreglar zapatos para sustentarse.

Tenía 45 años cuando el obispo de Jerusalén, que oyó hablar de él, lo ordenó sacerdote y le confió la custodia de las Reliquias de la Santa Cruz.

El año 395, al morir el obispo de Gaza, fue llamado para sucederle. Había allí pocos cristianos, y consiguió decretos imperiales para clausurar los templos paganos.

Después de haber gobernado su Diócesis durante muchos años, murió ya con fama de santo en 421.