- DIEZ SANTOS MÁRTIRES, en Creta. Todos ellos se negaron a sacrificar públicamente a la diosa Fortuna en tiempos del emperador Decio. Sufrieron tormentos y fueron decapitados. (250).
- San SÉRVULO. En Roma. Paralítico desde infante, recostado en un pórtico daba siempre gracias a Dios en el dolor. Entregaba a los pobres lo que recogía de limosnas. (250).
- San IVÓN, obispo. En Chartres. Reformó la orden de los canónigos e hizo y escribió mucho en favor del sacerdocio, la concordia del imperio y la utilidad de la Iglesia. (1116).
- Beato HARTMAN, obispo. En Alto Adigio, Italia. Siendo canónigo regular, fue elevado al episcopado y gobernó aquella diócesis con prudencia. (1164).
- San THORLCACO, obispo. En Islandia. Se empeñó en la reforma del clero y del pueblo. (1193).
- San JUAN STONE, presbítero y mártir. En Cantorbery. Agustino. Defendió la fe católica ante Enrique VIII. Fue al patíbulo por ello. (1539).
- Beato NICOLÁS “FACTOR”. Presbítero. En Valencia. Franciscano. Encendido en ardiente caridad tuvo arrobos místicos. (1583).
- Santa MARGARITA D`YOUVILLE, religiosa. En Montreal. Al enviudar educó piadosamente a sus hijos encauzándolos hacia el sacerdocio, y se entregó con todas sus fuerzas a la asistencia de ancianos y pobres. Fundó la Congregación de Hermanas de la Caridad. (1771).
- Beato ANTONIO DE SANTA ANA GALVAO DE FRANZÇA, presbítero. En Sao Paulo. Franciscano. Se dedicó con gran fruto al ministerio de la predicación y de la penitencia, y fundó el Retiro de la Luz. (1822).
- San JOSÉ CHO YUN-HO, mártir. En Corea. Murió ahorcado a causa de la fe, igual que su padre. (1866).
- Beato PABLO MELÉNDEZ, mártir. En Valencia. Siendo padre de familia, no se arredró ante la persecución religiosa. (1936).
Hoy destacamos a SAN JUAN de KETY.
Nació en Polonia en 1390. Dotado de brillante inteligencia, se graduó en filosofía y en teología. Recibió la ordenación de presbítero y obtuvo, en 1429, una plaza de profesor en la Universidad de Cracovia.
Diez años después fue nombrado canónigo de la colegiata de San Florián.
Una de las encomiendas que tenía el cabildo era la parroquia de Olkusz, y decidieron confiársela a Juan. Pero muy exigente consigo mismo, le parecía que no tenía la santidad que requería el oficio parroquial, y pidió ser exonerado.
Volvió a su cátedra. Predicaba frecuentemente, y con fervor. Acudían a él muchas personas y era asiduo visitando las cárceles, los hospitales, y las casas de los pobres.
Murió santamente en 1473.