Hoy, 20 de febrero, la Iglesia celebra a:

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  1. San SERAPIÓN, mártir. En Alejandría de Egipto. En tiempo del Imperio de Decio fue víctima de abusos atroces y, después de descoyuntarle todos los miembros, fue precipitado desde lo alto de su casa. (248).
  2. CINCO SANTOS MÁRTIRES, en Tiro, Líbano. En tiempo de Diocleciano fueron azotados y luego expuestos desnudos a las fieras. Ante esa situación se mantuvieron firmes y constantes a pesar de su juventud. Uno de ellos oraba con los brazos en cruz. Finalmente, fueron degollados. (303).
  3. San TIRANIÓN, obispo y mártir. En Antioquía de Siria. Su sede fue Tiro. Fue desgarrado con garfios junto con el presbítero Zenobio. (311).
  4. San ELEUTERIO, obispo. En Tournai, Galia. (530).
  5. San EUQUERIO, obispo. En Brabante, Bélgica. Desterrado por Carlos Martel a causa de las calumnias de los envidiosos, siendo obispo de Orleáns, fue acogido por los monjes del cenobio de Saint-Truiden. (738).
  6. San LEÓN, obispo. En Sicilia. Se ocupó primeramente de los pobres. (787).
  7. Beata JULIA RODZINSKA, virgen y mártir. En Gdynia, Polonia. De la Congregación de Hermanas de Santo Domingo. Durante la ocupación nazi de su patria fue confinada en un campo de concentración, donde contraería una grave enfermedad que le causaría la muerte, no sin antes, haber consolado a las prisioneras judías también contagiadas de tifus. (1945).

Hoy recordamos especialmente a BEATA JACINTA MARTO

Nació en Fátima en 1910 en el seno de una familia humilde y campesina.

Era hermana del Beato Francisco Marto, y prima de Lucía, los tres videntes de Fátima.

Educada muy cristianamente, tenía ya un sentido profundo de la piedad y del amor a Dios cuando, estando en el campo al cuidado de unas ovejas con su hermano y su prima, un 13 de mayo de 1917, vio repetidas veces, desde entonces, a la Virgen María.

Tal como le había pedido la Señora, se entregó a la oración y a la penitencia, rogando por el Papa y por la conversión de los pecadores. Su corta vida fue un acabado ejemplo de piedad, humildad, mortificación, amor a la Iglesia y al Papa, y ofrenda de su vida por los pecadores.

En 1918 contrajo la epidemia de la gripe que asoló a Europa, y le degeneró en neumonía. Aunque fue llevada a Lisboa, no mejoró.

Viendo venir la muerte, pidió al capellán que le diera la Comunión, pero él le respondió que se la daría al día siguiente. Por una intuición personal, ella le insistió que ya sería tarde. Y así fue. Falleció el 20 de febrero de 1920.

Fue sepultada en el cementerio parroquial de Fátima.