Hoy, 19 de noviembre, la Iglesia celebra a:

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  1. San ABDÍAS, profeta, que después del exilio del pueblo de Israel anunció la ira del Señor contra las gentes enemigas.
  2. San MÁXIMO, obispo y mártir, en Cesarea de Capadocia. (155).
  3. Santos SEVERINO, EXSUPERIO y FELICIANO, mártires, en la Galia Lugdunense. (170).
  4. San BÁRLAAM, mártir, el cual, con gran fortaleza, y a pesar de su ignorancia, rechazó quemar granos de incienso para sacrificar a los ídolos. En Antioquía de Siria. (303).
  5. Las CUARENTA SANTAS MUJERES, vírgenes, viudas y mártires. En Tracia, actual Turquía. (s. IV).
  6. San EUDÓN, abad. En Aquitania. (720).
  7. Santa MATILDE, virgen. Helfta, Sajonia. Fue mujer de exquisita doctrina y humildad, ilustrada con el don de la contemplación mística. (1298).
  8. Beato JACOBO BENFATTI, obispo. Mantua. Dominico. Apaciguó disensiones en la ciudad, socorrió al pueblo asolado por la pete y el hambre, (1332).
  9. Beatos ELISEO GARCÍA GARCÍA, religioso de San Francisco de Sales, y ALEJANDRO PLANAS SAURÍ, mártires cerca de Barcelona. (1936).

Hoy recordamos especialmente a SANTA MATILDE

Nació en una familia noble en 1241 o en 1242, en la fortaleza de Helfta, Sajonia. Su hermana Gertrudis estaba ya en el convento cisterciense de Rodersdorf. Un día cuando Matilde fue a visitarla, a la edad de 7 años, se enamoró de la vida conventual e ingresó como estudiante en 1248, dejando a un lado los beneficios de haber nacido en un castillo y tener un título nobiliario. Con siete años de vida, Matilde acumulaba la experiencia de haber sobrevivido a la muerte poco después de nacer y con la profecía del sacerdote que la bautizó, quien entrevió que sería una gran santa, asegurando a sus padres que Dios obraría a través de ella numerosos prodigios.

Por eso, desde muy pequeña, su hermana Gertrudis (que era la abadesa del convento) la formó espiritual e intelectualmente.

De este modo Matilde pudo multiplicar los talentos que Dios le había regalado: una gran inteligencia y una bellísima voz por la que fue denominada «ruiseñor de Dios».

Desde niña tuvo grandes dones místicos que guardó en su corazón hasta que cumplió los quince años. Orientada por su hermana, se convirtió en una gran formadora que tuvo a su cargo a las vocaciones.

De hecho, le confiaron a Gertrudis, la Grande, cuando llegó al convento a la edad de 5 años. Y es que Matilde era una ejemplar maestra y modelo de novicias y profesas.

Ella, al igual que Gertrudis, la grande, vivió en carne propia la experiencia del sufrimiento ocasionado por largas y dolorosas enfermedades que fueron persistentes.

Su frágil condición fue escenario para que Dios obrara en su vida y diera grandes frutos espirituales.

Algunas de estas experiencias se las confío a sus religiosas. Una de ellas fue su discípula Gertrudis, quien se ocupó de recopilarlas en el “Libro de la gracia especial”, junto a otra hermana de comunidad.

En este, aparte de sus revelaciones místicas, se revela la importancia que tuvo la liturgia en su itinerario espiritual.

Matilde fue una mujer obediente, humilde y piadosa, de gran espíritu penitencial, ardiente caridad.

Tuvo gran devoción a María y al Sagrado Corazón de Jesús con el que mantuvo místicos coloquios. Supo llegar al corazón de las personas que pusieron bajo su responsabilidad y las llevó con gran amor a Cristo. Cuando le rogaba a la Virgen que no le faltara su asistencia en el momento de la muerte, Ella le pidió que rezase diariamente tres avemarías «conmemorando, en la primera, el poder recibido del Padre Eterno; en la segunda, la sabiduría con que me adornó el Hijo; y, en la tercera, el amor de que me colmó el Espíritu Santo».

María la invitó a meditar en los misterios de la vida de Cristo:

«Si deseas la verdadera santidad, está cerca de mi Hijo; él es la santidad misma que santifica todas las cosas».

Durante la última y difícil etapa de su vida, ocho años llenos de sufrimiento, mostró la hondura de su unión con Cristo, a cuya Pasión unía sus dolores por la conversión de los pecadores.

La Eucaristía, el Evangelio y una vida de oración forjaron su espíritu disponiéndola al encuentro con Dios. Matilde murió el 19 de noviembre de 1299 con fama de santidad. Su fiesta se celebra el 19 de noviembre.