Hoy, 14 de julio, la Iglesia celebra a:

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  1. San OPTACIANO, obispo. Brescia. Suscribió cartas sinodales sobre la fe respecto a la Encarnación enviadas por Eusebio, obispo de Milán, al papa San León. (s. V).
  2. San VICENTE, monje. Brabante, España. Con el consentimiento de su esposa Santa Valtrudis abrazó la vida monástica y fundó dos monasterios. (677).
  3. San MARCHELMO, presbítero y monje. Frisia, Holanda. De origen anglosajón y discípulo de San Wilibrordo, al que acompañó en los trabajos que éste emprendió. (775).
  4. Beato HROZNATA, mártir. Bohemia. Al fallecer su esposa e hijo, dejó la corte ducal e ingresó en el monasterio premonstratense de Tepla, y por defender los derechos de este monasterio fue capturado por unos malvados que lo dejaron morir de hambre. (1217).
  5. Santa TUSCANA. Verona. Muerto su esposo, distribuyó todos sus bienes entre los pobres y se dedicó en la Orden de San Juan de Jerusalén al cuidado de enfermos. (1344).
  6. Beata ANGELINA de MARSCIANO, monja. Foligno. Al quedar viuda se consagró durante cincuenta años a servir a Dios y al prójimo, e inició una Congregación de Hermanas de la Tercera Orden Regular de San Francisco de clausura para la formación de la juventud femenina. (1435).
  7. San FRANCISCO SOLANO, presbítero. Lima. Franciscano. Para la salvación de las almas recorrió en todas direcciones la América meridional, y enseñó la novedad de la vida cristiana a los indios, y españoles. (1610).
  8. San CAMILO de LELIS, presbítero. Abruzzos, Italia. Desde adolescente fue militar y se dejó arrastrar por los vicios propios de una juventud alegre y despreocupada, pero, convertido de su mala vida, se entregó al cuidado de los enfermos en los hospitales de los incurables, a los que servía como el mismo Cristo. Ordenado sacerdote, puso en Roma los fundamentos de la Orden de Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos. (1614).
  9. Beato RICARDO LANGHORNE, mártir. Londres. Insigne jurista. Acusado de traición bajo el rey Carlos II fue condenado a la pena capital en Tyburn. (1679).
  10. Beato GHEBRE MIGUEL, presbítero y mártir. Etiopía. De la Congregación de la Misión. Buscando en los estudios y en la oración la fe verdadera, la encontró uniéndose a la Iglesia Católica. Por ello sufrió primero cárceles, y luego, custodiado por soldados cargados sus pies de pesadas cadenas, fue obligado a caminar durante trece meses, fustigado continuamente, hasta que falleció consumido por la sed y el hambre. (1855).
  11. San JUAN WANG GUIXIN, mártir. Hebei, China. Antes que mentir, prefirió la muerte. (1900).

 

Hoy recordamos especialmente al Beato GASPAR BONO

Hijo de un tejedor gascón, tras trabajar en Valencia como dependiente para un comerciante de tejidos y después de una corta estancia con los dominicos, se alistó como soldado de caballería, permaneciendo en la milicia unos diez años, durante los cuales participó en las campañas de Italia y Francia, hasta que resultó gravemente herido cerca de Pavía, haciendo entonces voto que si salía con bien del trance sería religioso mínimo. Una vez recuperado, cumplió lo prometido y entró de inmediato en la Orden de San Francisco de Paula, profesando el 17 de junio de 1561.

Fue ordenado sacerdote en 1563, con dispensa de falta de años de estudio, por el arzobispo Martín Pérez. Su tartamudez (algunos le apodaban el padre tartaja) no impidió que, por su buen criterio e irreprochable observancia, le fueran confiados sucesivamente diversos cargos de responsabilidad en la Orden: maestro de novicios, corrector local (en Barcelona, Perpiñán, La Fresneda, Alaquás, Muro, etc.), colega provincial (1596) y provincial de Valencia (1602). Como formador se basó en la persuasión para que los jóvenes madurasen en la piedad, el estudio y la disciplina. Como superior se condujo con paternal solicitud, teniendo como único objetivo que sus frailes progresaran en el camino de la santidad y mostrándose especialmente solícito con los enfermos. Hacia 1594 recorrió las provincias monásticas de Granada y Sevilla, allegando limosnas para pagar el rescate de religiosos mínimos capturados por corsarios norteafricanos.

Falleció en el verano de 1604, con tan gran fama de santidad que su cadáver estuvo durante tres días expuesto en la iglesia conventual de Valencia, acudiendo gran número de fieles y comenzando a atribuirse a su intercesión numerosas curaciones. Pocos días después de su inhumación se procedió a la apertura del proceso informativo diocesano. Además, el arzobispo de Valencia (san Juan de Ribera) autorizó a los fieles a rendirle culto local, que se celebró cada 14 de julio durante varios años, hasta la prohibición general de Urbano VIII en 1625. En el capítulo general de la Orden de 1611 se acordó unánimemente promover su beatificación.