Hoy, 12 de marzo, la Iglesia celebra a:

by AdminObra

San MAXIMILIANO, mártir. En Numidia, Argelia. Siendo hijo del veterano Víctor y llamado también al ejército, respondió al procónsul que a un fiel cristiano no le era lícito el ejército. Tras rehusar el juramento militar fue ajusticiado. (295).

  1. Santos MÍGDONO, presbítero, y EUGENIO, MÁXIMO, COMNA, MARDONIO, ESMARADGO e HILARIO, todos mártires. En Nicomedia. Fueron ahogados en sucesivos días uno tras otro para ir atemorizando al resto. (303).
  2. San PEDRO, mártir. Nicomedia. Siendo ayudante de cámara del Emperador Diocleciano, se lamentó por los suplicios a los cristianos, y por mandato del mismo Diocleciano fue apresado y colgado, siendo torturado primero con prolongados azotes y después a fuego en una parrilla. Doroteo y Gorgonio, servidores del emperador, asimismo, por protestar, fueron martirizados del mismo modo, y finalmente estrangulados. (303).
  3. San INOCENCIO I, papa. En Roma. Defendió a San Juan Crisóstomo, consoló a San Jerónimo y aprobó a San Agustín. (417).
  4. San PABLO AURELIANO, obispo. En Bretaña Armórica. (s. VI).
  5. San TEÓFANES, el “Cronista”, monje. en Bitinia. Siendo muy rico prefirió hacerse monje pobre, y por defender el culto de las imágenes sagradas fue encarcelado durante dos años y deportado, después, a Samotracia, donde, agotado de padecimientos, falleció. (817).
  6. San ELPEGIO, obispo y monje. Winchester, Inglaterra. Procuró con gran empeño la instauración de la vida cenobítica. (951).
  7. Beata FINA, virgen. En Toscana desde temprana edad sobrellevó con paciencia, apoyada sólo en Dios, una prolongada y grave enfermedad. (1253).
  8. Beata JUSTINA FRANCUCCI BEZZOLI, virgen. En Toscana. Benedictina, y reclusa. (1319).
  9. Beato JERÓNIMO GHERARDUCCI, presbítero. En el Piceno. Ermitaño de San Agustín. Trabajó por la paz y la concordia de los pueblos. (1369).
  10. San JOSÉ ZHANG DAPENG, mártir. En Guangxi, China. Recién bautizado, abrió su casa a misioneros y catequistas, y ayudó a los pobres, enfermos y niños hasta que, condenado a crucifixión, derramó lágrimas de alegría por morir del mismo modo que el Señor. (1815).

 

  1. San LUIS ORIONE, presbítero. Sanremo, Liguria. Instituyó la Pequeña Obra de la Divina Providencia, para bien de los jóvenes y de todos los marginados. (1940).

Hoy recordamos especialmente a la Beata ÁNGELA SALAWA

Hija de Bartolomé Salawa y Eva Bochenek, campesinos pobres y religiosos, nació el 9 de septiembre de 1881 en Siepraw, región muy árida e improductiva, distante 18 kilómetros de Cracovia. Ángela era la menor de nueve hermanos, nació y creció desnutrida, débil y enfermiza, era un tanto desobediente y caprichosa. Hizo los dos años de escuela posibles en el lugar, y aprendió a leer, aunque para escribir no tenía buena ortografía. Piadosa, aficionada a leer buenos libros. A los 12 años comenzó a trabajar al servicio de vecinos en oficios de hogar. A los 16 años, en busca de trabajo, se trasladó a Cracovia, donde ya residía su hermana Teresa. Esta le ayudó a conseguir su primer trabajo, pero los dos primeros años debió cambiar de empleo frecuentemente. Ingresó a la Asociación de Santa Zita, de las empleadas de hogar. En los primeros tiempos era vanidosa y frívola, y no muy piadosa, y mientras su hermana, según ella, iba de afán camino del cielo, ella también quería llegar, pero «despacito». Sin embargo, siguió fiel a sus prácticas de piedad, y a sus deberes religiosos, quizás un tanto rutinariamente. Los consejos de su hermana y la prematura muerte de ésta, la movieron a cambiar de conducta y a tomar más en serio su vida. Bajo impulso sobrenatural abandonó la frivolidad en sus diversiones y en su apariencia personal.

Comenzó a progresar en la piedad, poco a poco se fue corrigiendo hasta llegar a convertirse en consejera de sus compañeras. Con cierta frecuencia visitaba a su familia. Pensó algún tiempo en ingresar a un monasterio. Después de consultarlo con su confesor, hizo voto de castidad perpetua. Poco a poco comprendió que su vocación era sufrir con Cristo, y la aceptó resueltamente, pero consciente de su debilidad. Oraba largamente ante el Santísimo Sacramento y leía libros de alta mística tomando notas de los puntos prácticos que hallaba. Por orden del confesor comenzó a llevar un diario, para consignar sus vivencias místicas, facilitar las consultas y abreviar sus confesiones. Encontró al fin condiciones favorables de trabajo, llevaba ya cerca de ocho años trabajando con una pareja de esposos sin hijos. Su confesor estable, cansado de las intrigas de personas envidiosas, e inclusive de las calumnias movidas contra Angela, se negó bruscamente a atenderla en confesión, y públicamente la sacó de la fila del confesionario. Una mujer, en plena iglesia, le dio una bofetada; ella soportó pacientemente estas dolorosas humillaciones. La señora en cuya casa trabajaba, enfermó gravemente y murió, asistida por Ángela. Después de esto, dos parientas del viudo pasaron a vivir con él, y comenzaron a hacerle difícil a Ángela la vida y el trabajo. Al sentirse abandonada, de repente siente que Jesús le dice: «¿Hija, por qué te preocupas? Yo no te he abandonado». Toma como director espiritual a un padre jesuita, el cual la acompaña en su proceso hasta el fin. Para seguir más de cerca de Cristo pobre y crucificado, se hace terciaria franciscana el 15 de marzo de 1912, y hace su profesión el 6 de agosto de 1913.

Mientras dispone de trabajo, ayuda a los enfermos en los hospitales, a los pobres y a sus compañeras necesitadas. En el otoño de 1916 es expulsada del trabajo, acusada de ladrona. Las enfermedades la agobian, la necesidad la acosa, y las envidiosas la persiguen, insultan y calumnian. Consigue algunos trabajos pasajeros, pero en mayo de 1917 ya no puede trabajar más. En un primer momento se acoge al hospital de Santa Zita, como cumplida socia que había sido. Pero también allí la calumnia y la envidia la persiguen, y decide irse a vivir sola, logra alquilar una pequeña habitación dónde vivir. Allí, en medio de los sufrimientos, tiene algunas visiones de Jesús que la conforta, pero también la corrige. A veces puede con gran dificultad ir a la iglesia y comulgar; pues una envidiosa, acusándola de fingir la enfermedad, había logrado impedir que los franciscanos le llevaran la comunión a su vivienda. Ofrece sus sufrimientos por la libertad de Polonia, su patria ocupada. En octubre de 1920, participa con ayuda de sus compañeras en una peregrinación a Chestochowa, que ellas organizaron para orar a la Virgen de Jasna Gora. A finales de 1920 hasta casi mediados de 1921 sufre terribles dolores, con crueles tentaciones de desesperación, ella acepta todos sus «queridos tormentos», para unirse a Cristo en su pasión. Cristo la conforta con algunas visiones, pero luego viene otro período de tentaciones diabólicas, sugestiones alternativas de desesperación y de orgullo y presunción. Por fin viene una última etapa de consolación, y finalmente muere con una envidiable paz del corazón el 12 de marzo de 1922.