Hoy, 11 de febrero, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. Santa SOTERIS, virgen y mártir. En Roma. Renunció a la nobleza y a los honores de su familia, no se prestó a inmolar a los ídolos, ni se dejó vencer por humillantes injurias, ni temió morir por la espada. (304).
  2. SANTOS MÁRTIRES de NUMIDIA. En Argelia actual. Bajo la persecución de Diocleciano fueron sometidos a crueles torturas por no querer entregar las Sagradas Escrituras tal como mandaba el Edicto. (s. IV).
  3. San CASTRENSE, mártir. En Campania. (s. inc.).
  4. San SECUNDINO, obispo. En Apulia. (ss. V/VI).
  5. San SEVERINO, abad. En la Galia. Abad de Agaune. (s. VI).
  6. San GREGORIO II, papa. En Roma. Bajo el Imperio de León Isáurico, trabajó en defensa de la Iglesia y del culto de las sagradas imágenes, y envió a San Bonifacio por tierras de Germania a predicar el Evangelio. (731).
  7. San PASCUAL, papa. En Roma. Llevado por la devoción, trasladó muchos cuerpos de mártires desde las catacumbas a distintas iglesias de la ciudad. (824).
  8. San ARDANO, abad. En Borgoña. (1066).
  9. Beato TOBÍAS BORRÁS ROMEU, religioso y mártir. En Valencia. Martirizado durante la persecución religiosa. (1937).

Hoy destacamos a SAN PEDRO de JESÚS MALDONADO LUCERO

Nació en Sacramento en 1892. Se educó con los Padres Paúles y tuvo que interrumpir un tiempo su formación sacerdotal cuando se cerró el seminario de Chihuahua.

En 1918 fue, por fin, ordenado sacerdote.

Desencadenada la persecución religiosa en México de 1926-1929 pudo escapar de los peligros que lo acosaban, pero, al recrudecerse en 1931, resistió hasta que fue expulsado del país en 1934.

Volvió en cuanto pudo y, de manera clandestina pero eficaz, ejerció su ministerio. Fue detenido el Miércoles de Ceniza de 1937, mientras celebraba la misa. Pidió a los perseguidores que le darán coger su sombrero, bajo el cual ocultaba un pequeño copón con Formas consagradas.

Le obligaron a caminar unos tres kilómetros hasta la Presidencia. Allí sólo subió él. Al llegar al piso de arriba, recibió un tiro en la cabeza que le quebró el cráneo. Siguieron golpeándole con las culatas y le obligaron a subir al segundo piso. Cayó al suelo mientras perdía abundante sangre y, como sus verdugos se dispersaron, aprovechó la soledad para consumir las Sagradas Formas. Unas mujeres fueron a Chihuahua a pedir garantías para el herido, pero el gobernador se limitó a mandar una camioneta que lo trasladó al Hospital.

Desde aquí se informó de lo sucedido al obispo, el Beato Rafael Guízar Valencia, que mandó enseguida a dos sacerdotes a enterarse del estado del herido; lo hallaron moribundo y le administraron los santos sacramentos. Murió esa madrugada en 1937.

Muchos fieles fueron a venerar su cadáver a la residencia episcopal a donde fue trasladado.