Hoy, 10 de junio, la Iglesia celebra a:

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  1. San CENSURIO, obispo. En París. Enajenó los bienes de la Iglesia en tiempos de hambre para dar de comer a los pobres, y en edificó un hospital junto a la catedral. (657).
  2. San ITAMAR, obispo. En Rochester. Brilló por su dignidad de vida y por su erudición. (656).
  3. San BOGUMILO, obispo. en Dobrowo, Polonia. Al frente de la sede de Gniezno. Después de renunciar a la misma, llevó una vida eremítica y llegó al fin de sus días consumado por la austeridad de vida. (1182).
  4. Beata DIANA de ANDALÒ, virgen. En Bolonia. Superando todas las dificultades que ponía su familia, prometió ante Santo Domingo abrazar la vida claustral e ingresó en el monasterio de Santa Inés que ella misma había fundado. (1236).
  5. Beato JUAN DOMINICI, obispo. Buda, Hungría. Obispo de Dubrovnik. Después de la peste negra restauró la observancia regular en los conventos de la Orden de Predicadores. Fue enviado a Bohemia y Hungría para contener la herejía de Juan Hus. Allí moriría. (1419).
  6. Beatos TOMÁS GREEN, presbítero, y GUALTERIO PIERSON, religioso; mártires. En Londres. Ambos cartujos. Encerrados por fidelidad a la Iglesia fueron encerrados en una mazmorra donde murieron de hambre y enfermedad. (1537).
  7. Beato EDUARDO POPPE, presbítero. En Gante, Bélgica. En tiempos difíciles, con sus escritos y su predicación propagó por Flandes la formación cristiana y la devoción eucarística. (1924).

 

Hoy recordamos especialmente al Beato ENRIQUE de BOLZANO

Nacido en Bolzano por el año 1250, llevó la dura vida de un pobre artesano zapatero. En una fecha no precisada se mudó a Treviso con su mujer e hijo. En sus últimos años vivió en una pobreza extrema y aceptando limosna.

Tanto en Bolzano como en Treviso fue notoria sus continuas visitas a la iglesia (en Treviso visitaba todas las iglesias de la ciudad todos los días) siendo además un ávido asistente a la Misa. Más admirable todavía era su vida penitente: dormía en una cama dura, usaba ropas ásperas y realizaba largas vigilias de oración.

Cuando murió, completamente solo en su cuarto en el año 1315, los trevisanos decían que había muerto un santo. A sus funerales asistieron muchísimas personas que fueron testigos de grandes prodigios. Durante todo el año posterior a su muerte miles de peregrinos visitaban la ciudad, un obispo del comité investigador registró en muy poco tiempo trescientos cuarenta y seis milagros, la mayor parte fueron curaciones contadas por los testigos oculares.