- San FÉLIX III, papa. Roma. Un antepasado de San Gregorio Magno. (492).
- San ALBINO, obispo. En Galia Lugdunense. Censuró con vehemencia las altaneras costumbres de los poderosos y, para renovar la Iglesia, promovió el III Concilio de Orleáns. (550).
- San DAVID, obispo. En Cambria, Gales. Imitando los ejemplos y virtudes de los Padres orientales, fundó un monasterio, del que procedieron muchos monjes que evangelizaron Cambria, Irlanda, Cornualles y Armórica. (601).
- San SIVIARDO, abad. En Le Mans, Francia. (680).
- San SUITBERTO, obispo. En Sajonia. Fue monje en Northumbria, siendo compañero de San Willibrordo, y después, ordenado obispo por san Wifrido, predicó el Evangelio a los bátavos, frisios y otros pueblos de Germania. Falleció piadosamente, ya anciano, en el monasterio que había fundado. (713).
- San LEÓN, obispo y mártir. En Vasconia. (s. IX).
- San LEÓN LUCA, abad. En Calabria, Italia. Ajustándose a las instituciones de los monjes orientales, destacó en la vida eremítica y cenobítica. (900).
- San ROSENDO, abad. Celanova, Galicia. Fue obispo de Dumio; trabajó en promover la vida monástica en esta región, y después, tras renunciar a la función episcopal, tomó el hábito monacal en el monasterio de Celanova, que llegaría a presidir como abad. (977).
- Beata JUANA MARÍA BONOMO, abadesa. En Venecia. Benedictina. Dotada de místicos carismas, experimentó en el cuerpo y en el alma los Dolores del Señor. (1670).
- Santa INÉS CAO KUIYING, mártir. En Guangxi, China. Casada con un marido bruto, tras la muerte de éste se entregó, por encargo del obispo, a la enseñanza de la doctrina cristiana, lo que la llevó a ser recluida en una cárcel y sufrir crudelísimos tormentos, tras lo cual, murió santamente. (1856).
Hoy recordamos especialmente al Beato CRISTÓBAL de MILÁN
Sacerdote dominico que, fiel a su misión, predicó con éxito en la Liguria y el Milanesado. Fue maestro de novicios y predicador itinerante, admirado por la santidad de su vida. Sus biógrafos hacen notar que los sermones del beato, que obraban grandes conversiones y mejoraban las costumbres del pueblo, se basaban siempre en la Biblia, los escritos de los Padres y la teología de Santo Tomás. Por su parte, Cristóbal clamaba contra los predicadores que lanzaban ideas nuevas en vez de comentar el Evangelio, con el objeto de ganar popularidad y estar a la moda.
Predijo la destrucción de Trioria por los ejércitos franceses y anunció a los habitantes de Taggia que deberían huir sin ser perseguidos y que el río se desbordaría y acabaría con los huertos. Dichas profecías se cumplieron hasta en sus menores detalles. En Taggia, después de su predicación, el pueblo construyó un convento y el santo fue elegido su primer prior. Se le llamó Cristóbal «el apóstol de Liguria», por el éxito con que envangelizó esa región de Italia. El beato se hallaba predicando la cuaresma en Pigna, cuando le sorprendió su última enfermedad. Pidió que le transportasen a Taggia y expiró en su amada ciudad.