GRANDEZA DE SAN ISIDORO de SEVILLA

by AdminObra

“Del universalismo romano a la particularidad hispanogótica”

Conforme al género de la crónica, que él cultivó sobradamente con su ‘Chronicon’, recogió el tema del universalismo de signo romano y a la vez cristiano. Pero, al mismo tiempo, fue realzando los acontecimientos históricos de España, especialmente en relación con el pueblo visigodo y su asentamiento en la Península Ibérica.

San Isidoro vincula la historia bíblica con la historia de reinos e imperios del Próximo Oriente antiguo (escitas, asirios, Persia y la persona de Zoroastro, etc.).

Irá atendiendo, en la citada obra, a través de una datación en grandes edades, a la historia de Egipto y de Grecia y se observará claramente el recurso a las fuentes historiográficas clásicas profanas e incluso mitológicas.

Su atención y estudio continuarán asimismo respecto a Italia y Roma. Seguirá con el estudio de Persia, Alejandro Magno, y los estados helenistas, y cada vez más a Roma.

Citará a España en el año 5085 de la creación del mundo.

Estudiará a los emperadores romanos, concibiendo así la una “historia romana del mundo”.

Pero su ‘Chronicon’ es, especialmente, una “historia cristiana”, y de la Iglesia.

Con el nacimiento de Cristo se llega al centro y clave de la Historia. Todo apunta hacia El y todo encuentra una nueva explicación en El.

Pero en su estudio histórico quiere dar lugar a los “Novísimos” y el fin de la vida temporal, con un recordatorio que ofrece plenamente la clave escatológica de esta obra isidoriana y de su visión de la Historia.

Nos interesa la creciente importancia de la particularidad hispanogótica de su historiografía.

San Isidoro, entonces, dentro de la visión universalista, que es a la vez romana y cristiana y es propia del género de las crónicas antiguas, da paso cada vez más a hacer sobresalir el papel de los visigodos en la Historia y especialmente su asentamiento en Hispania, donde fundan un reino que finalmente abraza la fe católica y adquiere proyección cristiana hacia el futuro; es decir, que pone de manifiesto poseer una vocación providencial en la Historia, realmente querida por Dios.

Llama la atención que usa una datación acorde con los emperadores romanos y bizantinos, lo cual refleja el romanismo de fondo de San Isidoro y su reconocimiento de Bizancio como continuador legítimo del Imperio Romano. Pero a su vez, el peso creciente de los visigodos y de su reino hispano revela el hispanismo del metropolitano de Sevilla y su reconocimiento de la legitimidad del Reino Visigodo y de sus monarcas. Estamos, pues, ante la identificación plena ya de Isidoro con la ‘Hispania gótica’, con la nueva España que, bajo el cetro de los godos, sigue enmarcada en el ámbito general del mundo romano y católico.

Parece que se percibe en el autor el deseo de una armonía entre la idea imperial romano-bizantina y la legitimidad de los nuevos reinos germánicos occidentales, muy singularmente del hispanovisigótico, y que reconoce tal vez una especie de hegemonía honorífica al emperador bizantino como heredero directo de Roma.

En cuanto a esa legitimidad visigótica, llama la atención cómo, dentro de la relativa imparcialidad con que acomete la redacción de la obra en función del género cronístico, emplea dos adjetivos superlativos hacia Recadero y Sisebuto: después de exponer con claridad que fue Leovigildo el responsable de la unidad política del Reino de Toledo, refiere que Recaredo es quien culmina para bien su obra con la unidad católica y que Sisebuto llevaría a su apogeo y esplendor ese proceso.