EN ADVIENTO ESCUCHEMOS, CREAMOS, ESPEREMOS Y AMEMOS COMO SAN JOSÉ

by AdminObra

 (por Mons. Francisco Javier Stegmeier)

Si algo debería caracterizarnos a quienes somos cristianos es la permanente escucha y meditación de la Palabra de Dios.

Adviento es el tiempo de la espera de la segunda venida del Señor y también es tiempo de preparación de la celebración del nacimiento virginal del Niño – Dios en Belén. Cristo es el más importante de todos los que se habla en los Evangelios, pues Él es el que «salvará a su pueblo de sus pecados», es el «Emmanuel, ‘Dios con nosotros’» (Mt 1,21.23).

También se destacan, ciertamente, la Virgen María, porque Ella es la elegida de Dios para ser la madre de Jesús, y Juan Bautista, elegido «para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto» (Lc 1,17). Y en el cuarto Domingo de Adviento se destaca a San José, esposo virginal de María y el hombre que amó con corazón de padre a Jesús, el Hijo de Dios.

En estos días podemos meditar el Evangelio del Domingo, tomado de Mateo 1,18-25. Aquí se realza a San José, «hombre justo» (v. 19). Su fidelidad a la voluntad de Dios se constituye en un ejemplo de vida para nosotros. San José es el que escucha al Señor que le habla en sueños a través de un ángel y que de inmediato obedece: «Al despertar José de su sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado» (v. 24).

Si algo debería caracterizarnos a quienes somos cristianos es la permanente escucha y meditación de la Palabra de Dios. San José pudo reconocer de inmediato que se estaban cumpliendo las promesas del Antiguo Testamento, porque él leía y escuchaba las Escrituras, creía en Ellas, alimentaban su oración, esperaba al Mesías anunciado y amaba con todo su corazón a Dios.

También San José amaba a su prójimo y, primeramente, a sus más cercanos: a su esposa virginal, María, y a Jesús, el Hijo eterno del Padre que se hizo hombre.

En este tiempo de Adviento, ya muy cercanos a la Navidad, pidamos la gracia de mirar el misterio de Jesús y de María con los ojos de José. Pidamos el silencio en el corazón para poder escuchar al Señor que nos habla en la oración. Como San José y por su intercesión, pidamos crecer en las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad.

+Mons. Francisco Javier Stegmeier.
Obispo de Villarrica.